Editorial
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Su enseñanza rinde frutos

Su enseñanza rinde frutos

Saludamos con mucho gusto a las maestras y maestros Araceli Padilla Rubio, Laura Rebeca Favela Gavia, María del Carmen Corona Corona, Armando Hernández Solís y Espartaco Rosales Arroyo, quienes han sido galardonados con una de las cinco cátedras especiales que otorga el Máximo Órgano de Gobierno de la Escuela Nacional Colegio de Ciencias y Humanidades a sus docentes más destacados.

A nombre de la Escuela Nacional Colegio de Ciencias y Humanidades, deseo felicitarlos ampliamente por la distinción que hoy reciben, pues se trata de un reconocimiento a su trayectoria académica y a una vocación libremente elegida, donde las tareas de enseñanza y aprendizaje son parte esencial de su desarrollo personal y profesional.

Desde la fundación del Colegio, se estableció el perfil de un docente alejado de la cátedra tradicional y más cercano al asesor, al guía u orientador en los procesos de creación de ambientes de aprendizaje y adquisición de conocimientos. La mayoría de nuestros docentes han sido compañeros o acompañantes del alumnado no sólo en los espacios escolares, sino también fuera de ellos, pues toda formación educativa es para comprender el mundo y transformarlo.

Con motivo del primer cincuentenario de la fundación del Colegio, se hicieron diversos balances de las aportaciones de nuestro Modelo Educativo a los sistemas de Educación Media Superior y, desde luego, todos ellos han sido muy favorables, incluso en la era de la sociedad de la información, el auge de las nuevas tecnologías y la presencia ineludible de las redes sociales.

Cuando se pregunta a los jóvenes egresados sobre las aportaciones del CCH a su trayectoria académica y de vida, la mayoría contesta que aprendieron a leer, a escribir, a expresar y argumentar sus puntos de vista y, sobre todo, que aprendieron a ejercer la libertad con responsabilidad y valoran su etapa de bachilleres del Colegio, como la mejor de su vida estudiantil.

Otro dato muy significativo es que recuerdan a la mayoría de sus maestros con mucho cariño, reconocen sus enseñanzas, la calidez del trato, la solidaridad y el compromiso asumido para que ellos fueran mejores universitarios y profesionistas ejemplares.

En consecuencia, las y los maestros deben saber que sus alumnos valoran su trabajo y que todas sus enseñanzas no son prédicas en el desierto, sino palabras y acciones que rinden buenos frutos porque arraigan en la vivencia cotidiana y de ahí se entretejen hasta formar a las y los jóvenes que solemos encontrar, con el paso del tiempo, en diversas esferas de la vida social.

Desde los años cincuenta del siglo XX, don Pablo González Casanova imaginó a un profesor que no se ostentara como depositario del saber, que no se constituyera en la fuente del conocimiento (a la manera de los escolásticos), sino que sembrara inquietudes y alentara curiosidades para que los muchachos adquirieran los conocimientos por sí solos. En pocas palabras, había que enseñarlos a pescar.

Y setenta años después esta profecía educativa se cumplió a cabalidad, pues el asunto no es de información, puesto que los jóvenes pueden acceder a ella mediante el uso de las tecnologías, sino de discriminación, de estrategia, para saber qué se puede hacer con los datos que abundan por doquier. Y entonces, cobra vigencia, ahora más que nunca, el papel del maestro del CCH, ya que es él quien ayuda al joven a separar el polvo de la paja, a valorar las fuentes, a tomar decisiones para orientarse mejor en este complicado escenario interactivo.

De esta manera, las tecnologías no han modificado el rol profundo de las y los docentes, porque el buen maestro ejerce su profesión sobre la persona humana y deja una huella imborrable en la constitución de su ser. El ejercicio del maestro implica una expresión de amor al prójimo, en un sentido cristiano y solidario, como lo dice Alfredo Gorrochotegui: “Si el maestro ama lo que estudia, y ama lo que transmite, su relación con el alumno, su profesión, también será un acto de amor.”

En consecuencia, corresponde a las y los maestros ejercer sus tareas a la manera del poema pedagógico de Makarenko, donde se manifiesta que se instruye con rigor, pero con respeto y afecto a ese conjunto de jóvenes únicos, e irrepetibles, que nos ha confiado la sociedad y la Universidad para hacer de ellos mejores ciudadanos.

En este contexto, hoy celebramos cinco trayectorias de excelentes académicos que comparten la visión y misión de nuestro Modelo Educativo, son maestras y maestros reconocidos por sus pares, por el alumnado y por los integrantes de la Comisión de Honor y Mérito Universitario del H. Consejo Técnico del Colegio; por todo ello, felicitamos calurosamente a Araceli Padilla Rubio, Laura Rebeca Favela Gavia, María del Carmen Corona Corona, Armando Hernández Solís y Espartaco Rosales Arroyo. Muchas gracias a todas y todos “y que por nuestra raza hable el espíritu”.

 

DR. BENJAMÍN BARAJAS SÁNCHEZ

Director General de la Escuela Nacional Colegio de Ciencias y Humanidades

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