Poesía erótica. Safo, Teócrito, Catulo acerca a los clásicos

De libros y literatura…

Poesía erótica. Safo, Teócrito, Catulo acerca a los clásicos

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Poesía erótica. Safo, Teócrito, Catulo acerca a los clásicos

Traducir un libro equivale a escribir un nuevo libro, no reescribirlo. El trabajo del traductor requiere de paciencia, prolijidad, un dilatado gusto por diversas lenguas y un ánimo de ser, por un momento, otro, aquel de quien se está reinventando. Un ejemplo de lo anterior es la colección del Colegio Bilingüe de Clásicos Grecolatinos, que ha servido de cátedra (en el sentido etimológico de la palabra) para dar a conocer una serie de escritores que forman parte de la tradición literaria y filosófica.

Dentro de catálogo bilingüe, destacan las obras Definiciones médicas de Galeno, Las metamorfosis de Ovidio, Historias mitológicas de Higinio y Poesía erótica. Safo, Teócrito, Catulo, cada una de ellas en versión al español hechas por los profesores del Colegio, quienes, en su interés por difundir la cultura griega y latina, han puesto en ristre la mente y el amor por la palabra para acercar estos grandes temas y pensadores a los jóvenes del bachillerato cecehachero.

En esta ocasión quiero detenerme en un libro que llama poderosamente mi atención: Poesía erótica. Safo, Teócrito, Catulo. La obra de Catulo la leí con la traducción de Rubén Bonifaz Nuño, en ese excelente libro llamado Carmenes; de Safo, recuerdo, esencialmente, un puñado de versos que aprendí de memoria, en la traducción de José Emilio Pacheco; tiempo después, advertí dos versiones más, una del mismo Bonifaz Nuño y otra de Carlos Montemayor, lo cual da sentido a mi párrafo primero sobre la reinvención de una obra, siempre nueva, cuando se traduce. Aquí la versión de Pacheco:

 

Se fue la Luna.

 

Se pusieron las Pléyades.

 

Es media noche.

 

Pasa el tiempo.

 

Estoy sola

 

Reconozco que de Teócrito poco o nada había leído, sino hasta el libro que publicó el CCH. Las versiones del griego y latín del profesor Felipe Reyes están buscando igualar el pie rítmico de ambas lenguas, dando fidelidad en el español al texto original. De Técrito, para recuperar el inicio de este párrafo, debo confesar que me siento muy a gusto en los “Cantos de amor”, sobre todo en el segundo:

 

 

[…]

Ayer cuando pasó, me vio de reojo con esas cejas

para evitar mirarme, su hermosa tez se puso roja

y su amor se adueñó más todavía del corazón,

retorné yo a mi casa con nueva herida en mis entrañas.  

Aquí se nota ese amor, entre cantos y sufrimiento, y en el aire ronda una tensión que se enturbia entre el amor y el desamor, el erotismo de una mirada la distancia, la altivez y el desengaño.

De la terna de autores, Catulo es mi predilecto. Odio y amor, no sé por qué razón, he dicho y sigo diciendo; vuelvo a él cada tanto, pues hallo en su poesía una resignación febril, un ánimo desolador pero insistente; la derrota en Catulo es animosa, con alguna esperanza de por medio, ese eterno desamor enamorado.

 

Pobre Catulo, deja ya de hacer locuras

y lo que hoy ves perdido, dalo por muerto!

Un día los soles radiantes te brillaron,

cuando ibas donde te llevaba la joven,

amada por mí, como nadie lo será.

 

[…]

 

Hoy no te quiere, tampoco la quieras, ¡débil!,

ni sigas a la que te huye, ni te enloquezcas,

sino resiste con mente firme, aguántate.

Adiós, mi amada, ya Catulo hoy resiste,

no ha de buscarte ni rogarte, si te opones;

pero tú has de sufrir cuando nadie te ruegue.

 

De estos cantos abrevó la tradición mexicana, desde López Velarde, pasando por Bonifaz Nuño, hasta auotres del pop mexicano, como José Alfredo Jiménez o Juan Gabriel.

Sin duda, este libro como la colección Bilingüe de autores grecolatinos ofrece a los estudiantes del Colegio una inmejorable oportunidad de acercarse a temas de la poesía y del pensamiento clásicos. 

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