Poe

El escritor habla de su obsesión

El autor mostró su yo autoficcionado

El escritor habla de su obsesión
El autor mostró su yo autoficcionado

El amor es, quizá, el único momento para ser mejor persona: vemos el mundo de formas inéditas. Eleonora, de Edgar Allan Poe, siempre me ha subyugado: el amor de la protagonista le da vida a todo a su alrededor.

La muchacha, de apenas 15 años, ofrece su carne en el lugar que han recorrido de la mano, durante toda la vida, ella y su amado. Estaban destinados a ser dos de la misma estirpe los provocadores de esa manifestación vegetal, mineral y animal.

Todo se renueva cuando los amantes se descubren un día, siempre el menos pensado.

Los campos irisados que describe Poe son el amor y los ojos de Eleonora; el sol es el sortilegio ideado por un narrador enamorado de su criatura.

El amor de los primos es un llamado de la naturaleza; una fuerza animal y ancestral los obliga a estar juntos.

Más allá de lo que cuenta el texto, corren en el relato muchos misteriosos. Eleonora hipnotiza al lector, quien se somete ante un misterio perturbador que atraviesa la narrativa de Poe, casi imposible de separar de su vida.

Los amantes, en la soledad, y al amparo de los recovecos oscuros de la topografía, quizá dieron rienda suelta a sus pasiones.

El narrador muestra un apetito descomunal por absorber la belleza y la energía de su prima hermana. ¿En qué momento Eleonora hace el pacto de entrega total de su cuerpo para abandonar su alma en el limbo?

Ya muerta se transforma en aire perfumado y duro; el amante escuchará sus quejidos y recibirá besos alados.

La figura de la madre es el misterio más siniestro del cuento: sólo es nombrada, y pareciera no estar enterada del amorío de los primos o simplemente lo aprueba.

Poe, narrador-personaje, está en una misma casa con sus dos grandes amores: su prima y su madre.

El amor carnal lo despierta a un mundo nuevo, en el que se traga, literalmente, a Eleonora.

Sabemos que Poe y su prima tuvieron una relación amorosa. El poeta y narrador sería uno de los primeros en expresar su yo abiertamente autoficcionado, en franca confesión y disculpa a su prima, por enamorarse de otra mujer.

El protagonista y su prima son profundamente modernos, en lo que toca a la reflexión y a la autoficcionalidad del yo.

Dicen que la literatura del yo ya pasó de moda, aunque quizá no existe otra literatura. El autor habla inevitablemente de sí mismo, porque de él surge la obsesión.

Podemos matar al autor cuantas veces nos parezca conveniente, pero él estará siempre allí gritándonos cómo vivió su vida.

Su realidad interior puede estar llena de arroyos y jardines preciosos o de agujeros oscuros. Esa construcción se vuelve verdad al momento de escribirla y de leerla.

El escritor está más vivo que nunca y reclama su lugar en el análisis de un texto.

Aunque veamos al texto como un sistema de paso, que curiosamente choca con un lector, quien establecerá sus propias conexiones semánticas y sensitivas con el texto.

El escritor, considerado el maestro del terror, se presenta siempre vivo y con más fuerza que muchos narradores “inventados por él mismo”.

Con Poe, la asociación de la persona con su literatura es aún más poderosa; porque, al ser una estrella literaria, los detalles más insignificantes de su vida nos interesan y atraviesan nuestra lectura.

Poe, igual que su obra, está envuelto en una sombra, en un misterio nebuloso y perturbador.

 

Referencia

Poe, E. A. (2011). Eleonora. Jose J. De Olañeta Editor.

Compartir: