Con los ojos cerrados, novela del italiano Federigo Tozzi, traducida por Rodrigo Jardón Herrera, forma parte de la colección Textos en Rotación que el Colegio de Ciencias y Humanidades pone a disposición de su estudiantado con la idea de facilitar encuentros en algún punto de la espiral, entre autores y lectores de diversas épocas y géneros discursivos.
A través de una descripción muy meticulosa, el autor narra la historia de Doménico y su familia; él es dueño de una fonda en Siena, un pequeño municipio de Italia. En su relato, sus personajes muestran una situación económica difícil.
El texto señala: “Hay seres que no le piden nada a nadie y renuncian a todo; y, al no recibir el mismo respeto que los demás, parece que se puede hacer cualquier cosa con ellos. Por eso lo que concierne a los demás les parece antipático. Si alguien los ama, no quieren cambiar; se cercioran de lo que esta bondad implica. Y entonces la evitan”.
“Pietro (el hijo del dueño de la fonda) estaba gordo, pero pálido y con un aspecto delicado: había cumplido quince años. Pensaba que era ridícula e inadecuada para su edad la camisa con su babero de marinero, hecha con una tela vieja para ahorrar dinero”.
“El viejo sacó de su bolsillo una pipa maltrecha, con una pajita tan corta como la palma de la mano. -Gracias a Dios, todavía tengo del que su madre me dio la semana pasada. ¡Mire cómo no le miento!- Golpeó la pipa con la orilla de la mesa: salpicó una suerte de polvo cenizo. Él lo juntó, lo mezcló y lo volvió a meter. Luego tomó, de la estufa, una vara encendida. Con dificultad, exhaló un poco de humo, azul claro. Y él, mientras lo veía, dijo: –¡Caray, hay poco tabaco, hoy!”.
El texto se destaca, hay que reiterar, por su exhaustiva descripción: “¡Y las hojas secas, que todavía están en los granos que germinan, que mezclan la palidez de la muerte con la palidez de la vida!”.
“¡Esas hojas de todos tipos, que todavía yacen sobre la yerba que está por reverdecer! ¡Esas plantas podadas, y sus ramas y sus sarmientos, desperdigados por la tierra, que se llevarán por siempre! ¡Y esas ramas secas de las que arrancaron la fruta, que todavía titubean en volver a florecer en las nuevas ramas!”.
“¡La tierra un poco húmeda, que se queda pegada en la punta de las palas, y que los campesinos se ven obligados a limpiar con los pulgares! ¡Y ese césped que se queda atascado en los zapatos de madera!”.
Gran parte de la historia gira en torno de Pietro y Ghísola, una joven que trabaja en la finca de su padre. Ahí, los jovencitos se sienten atraídos y juguetean como cuando niños. Antonio, hijo de un conocido del padre del joven, completa el triángulo amoroso.
“La muerte de Anna había sido un verdadero quebranto para Doménico. Sus trabajadores no eran tan eficientes como antes; y él, presa de un desconsuelo que lo enfurecía, se volvía más irascible; y no era infrecuente que se desquitara con quien fuera sin razón alguna. También se volvió más avaro, y tuvo que renunciar a muchos proyectos de la fonda y de la finca. Tenía que trabajar más, y no podía soportar el cansancio”, detalla la obra.
Después de separarse por varios años en los cuales Pietro se dedicó a estudiar, busca a Ghisola, quien vivió romances y quedó preñada de uno de sus amigos, quien le aconseja hacerle creer a Pietro que es su hijo, aprovechando que aún la ama y quiere casarse con ella, pero una serie de circunstancias le muestra a Ghísola que Pietro desea respetarla hasta el matrimonio.
El amor de Pietro había sido para Ghísola el regreso de la conciencia. Ella sentía que tenía que engañarlo, para que él no la humillara.
Entre más grande y descabellado era ese amor, ella más necesidad tenía de defenderse; no porque lo deseara o porque quisiera rehabilitarse, sino porque tenía que impedir que Pietro lo supiera todo. Quería ser la más fuerte, haciendo que la aceptara como era; para sentirlo también a él en esa culpabilidad moral, que ella no había sabido rehuir.
“Si luego de dar a luz, hubiera logrado casarse, estaba segura de tener una ventaja absoluta sobre su carácter; ¡estaba segura de hacerle creer lo que quisiera!”.
“Pero, en el fondo, se consideraba muy superior y más deseable de cuando solamente era una campesina tonta y mal vestida. También se sentía más inteligente y astuta; y el orgullo no le permitía reconocer la desilusión dolorosa que habría sentido Pietro”.
“Ella solo quería aprovecharse de él porque era lo suficientemente rico y podía sacarla de su condición de permanente inseguridad. Temía envejecer antes de haber encontrado un verdadero afecto. Y por eso la hostilidad en contra de la exigencia de Pietro de que se mantuviera honesta, casi se convertía en odio; cuando tenía miedo de que la descubrieran”.