Yepes

Universos poéticos

Ambos hallaron en la poesía una salvación al sufrimiento

Universos poéticos
Ambos hallaron en la poesía una salvación al sufrimiento

Unir dos nombres tan distantes en el tiempo, como lo son Juan de Yepes y Juan Gelman, me permite entablar entre ellos un cordón umbilical: la poesía. El primero, nacido en 1542, en Fontiveros, un pequeño poblado de Castilla y León, en España.

El segundo, nacido en Buenos Aires, la capital de Argentina, en 1930. El lenguaje, la palabra y el amor poético los vincula, a pesar de los casi 400 años que los separan.

Y no sólo son los nombres los que acercan a ambos, tampoco sólo la poesía; en ellos siempre existió una sensación de extranjería, ambos tuvieron que exiliarse (o ser exiliados) para crear su obra.

Si bien el español halló en el misticismo su voz poética, fue esta misma pasión religiosa la que lo envió a un exilio donde se confrontó con sus obsesiones por el amor a Dios.

Por su parte, el argentino tuvo que salir del país ya que la dictadura política lo arrojó.

Salió debido a la bota militar, al fusil en ristre, sabiendo que su hija y su nuera estaban desaparecidas.

Tiempo después supo que, efectivamente, fueron asesinadas por los militares, aunque su nieta sobrevivió a esta calamidad. Dice Gelman en “Carta abierta a mi nieto”:

 

Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste […] Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugna la posibilidad de que llamaras “papá” a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho

A Juan de Yepes le asaltaban dudas y temores; pasiones y exultaciones. Lo muestran estas estrofas:

 

Oh llama de amor viva,

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!

pues ya no eres esquiva,

acaba ya si quieres;

rompe la tela de este dulce encuentro.

 

¡Oh cauterio suave!

¡Oh regalada llaga!

¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,

que a vida eterna sabe

y toda deuda paga!,

matando muerte en vida la has trocado.

 

Cuando leo tanto a Juan de Yepes como a Juan Gelman algo, muy escondido, me dice “¡aleluya!”, como ese silencio pronunciado en soledad y con el misterio de a quien va dirigido. Desconozco si el argentino fue lector del español, aunque me atrevería decir que sí, lo fue y lo leyó con paciencia y devoción.

En este juego de espejos y especulaciones, yo podría afirmar que Llama de amor viva (escrita por De Yepes) podría ser un título escrito por Gelman; y que Velorio del solo (libro de Gelman) podría ser el título de un libro de Juan de Yepes.

Ambos escribieron poesía porque no encontraron otra forma de expresarse, porque fue en la brevedad del verso que alcanzaron a descifrar el alma, su alma, humana.

Gelman solía decir que por pereza escribía poesía, pues nunca tuvo la disciplina de escribir una novela ni nada más largo.

En su haber hay un libro narrativo de cuentos, pero, a mi parecer, es un laboratorio donde el autor puso en práctica otra forma de poesía.

De Yepes fue un escritor hermético, su poesía, entre la prosa y el verso, no deja a duda que siempre intentó, mediante la metáfora, los símbolos y la divinidad, dialogar con el misterio de la religión.

 

La sangre corcovea

en todos los rincones, en

el alma superior, en su orgullo,

en los perros con olor a furia.

El ser amado convierte

la humillación en asombro y vengo aquí

para decir que te amo. El domingo

del payaso prueba la desolación.

La emoción contra la pared

espera que la fusilen.

Nuestros cuerpos conocen esa pared.

Es una atadura del sol

que cava y cava.

 

¿Quién de los dos escribe estos versos? ¿El hombre devoto cantando a Dios y su fusilamiento bautismal o el hombre frente al paredón de balas y sangre?

Para los alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidades sería primordial sumergirse en la lectura de poesía de ambos autores, pues conocerán dos pasiones y ánimos, dos soledades que pudieron preservar el dolor y la alegría en un largo y gran poema que es toda su obra.

 

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