Mauricio Montiel Figueiras escribe su libro más íntimo

Noticias desde la depresión

Mauricio Montiel Figueiras escribe su libro más íntimo

Noticias desde la depresión
Mauricio Montiel Figueiras escribe su libro más íntimo

Escribir desde la sombra es un desafío. Una afrenta, casi. Descender a los abismos, a los nueve círculos del infierno y volver para contarlo todo. Lo anterior viene a cuento porque en esta colaboración hablo sobre el más reciente libro de Mauricio Montiel Figueiras, Un perro rabioso. Noticias desde la depresión (Turner, 2021).

Esta obra, que crea vínculos entre el ensayo, la narrativa y el diario, da cuenta de la afección depresiva  que el escritor vivió entre 2018 y 2019, y que decidió compartir como una experiencia de vida. Este confesionario no carece de rigor, pues, aunque se emprende un viaje por una situación particular, se dota de referencias filosóficas y médicas. 

Un perro. Un perro que muerde. Un perro que muerde desde adentro. Una fiera que, a diferencia del amor (como escribiría el poeta Eduardo Lizalde), que mordía con colmillos de azúcar y endulzaba el muñón, el perro de Montiel segrega pus, muerte.

La metáfora no es gratuita. A lo largo del libro, Montiel habla del perro que regresaba para atacarlo, que lo acechaba para morder, para mostrar colmillos y dientes, una fiera lista para herir, cortar la carne, corromper la tranquilidad.

La mordedura de este perro ha sido honda en el campo de la literatura, sólo por mencionar a un grupo cercano al autor. El escritor hace un recuento, no a la manera de lista, sino de ejemplificaciones, de la gran cantidad de escritores que han decidido quitarse la vida debido a la depresión, por ejemplo, Cesare Pavese, Paul Celan, Arthur Rimbaud.

Y es la depresión el eje rector de toda la obra. Mauricio se encarga, de manera insistente, de dejar claro que hay una diferencia sustancial entre estar triste, melancólico y deprimido, pues esta última es una enfermedad, la enfermedad del siglo XXI, que necesita un tratamiento médico, asesoría y acompañamiento.

No cabe duda de que la depresión es un padecimiento que requiere de seguimiento, pues el alto riesgo que conlleva, tanto a nivel cerebral como físico, implica que se dé un largo proceso de terapias, de recetas médicas, de esfuerzo físico, pues sobrellevar una depresión implica una merma de la buena salud y del bolsillo.

Echarle ganas, dice Montiel, es la peor frase que se puede dar, el consejo menos útil que debes darle a alguien que padece depresión. Es casi una provocación, un empujón para el suicidio. Pues, en apariencia, puede no verse la enfermedad en quien la padece, sino sólo con el paso del tiempo se comienza a hacer notorio el deambular, los estragos de las eternas horas de insomnio (el aliado más efectivo de la depresión).

Estas enfermedades mentales juegan, hoy en día, un rol trascendental en la vida diaria de las personas. No hay edad para sufrirla y siempre ataca con voracidad.

 

Dice el autor:

Nuestras peores pesadillas las vivimos despiertos; esa, según creo, es una de las lecciones más pavorosas de la depresión. A expensas de un ánimo que nos juega alas pasadas a lo largo del día e incluso de la noche, nos convertimos en la morada ideal para toda clase de íncubos.

A la manera de Kafka, las personas que padecen depresión, Mauricio en este caso, tiene una metamorfosis, aunque a la inversa, pues lo que se transforma es el espacio que habita y que, de alguna manera, lo habita. Aquello de que volver a casa es estar seguro, con los influjos de la depresión, todo se hace contrario, pues la cama, el cuerpo, la silla, las paredes son un tormento agudo y a cuentagotas, una boca oscura y honda.

Los alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidades tienen en sus planteles departamentos de Psicopedagogía, a los cuales pueden acudir para hablar sobre estos temas e inquietudes. Sin duda, este libro de Montiel Figueiras puede ser una puerta de entrada para comenzar a tratar una enfermedad de la que aún no se habla de frente y hay que enfrentar.

 Un perro rabioso. Noticias desde la depresión me trajo a la mente el hermoso poema de Alejandra Pizarnik, quien murió a los 36 años por ingerir 50 pastillas de Seconal, un 25 de septiembre de 1927:

 

Tú que cantas todas mis muertes.

Tú que cantas lo que no confías

al sueño del tiempo,

descríbeme la casa del vacío,

háblame de esas palabras vestidas de féretros

que habitan mi inocencia.

Con todas mis muertes

yo me entre a mi muerte.

 

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