Montaje

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La función es la consecuencia de un trabajo anterior, mucho más consciente

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La función es la consecuencia de un trabajo anterior, mucho más consciente

Hace dos semanas comentábamos una serie de aspectos que convendría tener en cuenta a la hora de organizar el trabajo de un montaje escolar. Ahora, nos centraremos en uno de ellos que, decíamos, es la esencia del trabajo teatral: el ensayo.

Resulta que, por muy curiosa que parezca esta idea, la función o presentación ante el público es la consecuencia de un trabajo anterior, mucho más arduo y consciente, que no tiene nada que ver con la magia de que las cosas se solucionen a último momento ni tampoco con que la inspiración sea un acto fortuito, pues se trata más bien de un diseño planeado para que la empresa resulte de determinado modo.

Es decir, el teatro tiene que ver con la minuciosa manipulación de sus elementos (actores, movimientos, música, escenografía, etcétera) para que parezca que lo que vemos sucede por primera vez, orgánicamente, cuando se levanta el telón.

Es por ello, y en un pleno sentido técnico, que el ensayo se convierte en el espacio capital para que, como en un laboratorio, bajo prueba y error, se realicen los experimentos necesarios para lograr los efectos deseados.

¿Quién o qué decide estos efectos? A reserva de los diversos modos de hacer teatro, en primer lugar, el texto dramático, quien plantea una intención nítida y, en el desempeño práctico, el director de escena, quien hará la interpretación de lo planteado en la obra escrita.

Entre estas dos áreas, dramaturgia y dirección, se lleva a cabo el planteamiento necesario para generar las directrices que guiarán el trabajo de los actores y demás colaboradores escénicos.

Aun cuando sabemos que no será lo mismo montar Las brujas de Salem, de Arthur Miller que Rosa de dos aromas, de Emilio Carballido, pues una se trata de una tragedia y la otra de una comedia, sí que las dos requerirán un procedimiento general, casi sistemático, por el que tiene que pasar prácticamente cualquier obra dramática.

Primero, la lectura y análisis de texto: esta etapa es el primer acercamiento del elenco a la obra que se va a montar; en ella, no sólo debe conocerse la historia hasta su más mínimo detalle, sino comprender las líneas sutiles que subyacen a cada personaje y situación, además de la visión que el director tiene de las acciones y los personajes.

Luego, comienza a trabajarse en el escenario o espacio de ensayos. En esta etapa, la memoria está en juego y se va coordinando con movimientos que la van fijando en la mente corporal de sus intérpretes. Aquí, los actores traen propuestas de corporalidad, voz, ritmo y todo lo necesario que a ellos les ayude a generar el carácter de su personaje.

Podemos decir que durante esta etapa sucede el grueso de los ensayos y tiene como objetivo articular las principales relaciones e intenciones de cada escena. Por lo común, suele trabajarse en una primera fase, como de borrador, toda la obra, en la que también se define el trazo: es decir, los movimientos físicos, de entradas y salidas que cada uno de los actores debe tener en cuenta en ese foro determinado.

Más adelante, los directores suelen darse la oportunidad de repasar lo trabajado con mayor detalle; en ese momento, se apuntala la vida interna de los personajes, las relaciones que tienen con los otros, su entorno y con lo que les sucede. Es cuando comienza a florecer el cuerpo emocional de toda la obra.

Una vez fijadas estas dos capas, se pasa a la etapa de los ensayos técnicos: los hay de iluminación, escenografía, vestuario y audio. Estos elementos se conjugan con lo trabajado por los actores para generar una atmósfera y evocar un campo más sutil de la ficción. Su presencia y desempeño dependerá de los recursos económicos, las necesidades y objetivos del montaje en cuestión.

Por último, el ensayo general. Se trata de uno donde la obra correrá de principio a fin, con todos sus elementos articulados —humanos y estéticos—, como si fuera una función, y será la última oportunidad de ajustar lo necesario antes de que el público vea la obra. No quiere decir, sin embargo, que estrenado el montaje no se ensaye más tarde, pues la vitalidad requiere práctica. Todo este trabajo para que la espontaneidad surja como si de una casualidad se tratara.

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