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Dramaturgia del mexicano Alejandro Licona

El tono fársico provocó una reflexión sobre estos temas controversiales y actuales

Dramaturgia del mexicano Alejandro Licona
El tono fársico provocó una reflexión sobre estos temas controversiales y actuales

En 1987, Alejandro Licona escribió Raptóla, violóla y matóla, aunque el texto sigue siendo lastimosamente actual.

Se trata de una comedia con humor negro que propone una serie de cuadros que parten de la nota roja de la prensa mexicana, donde se hace alarde de crímenes, mayormente feminicidios, y son mostrados como productos de consumo para alimentar el gusto mórbido de los consumidores.

Dramaturgicamente, pareciera que Licona busca horrorizarnos no con los crímenes en sí, sino con el consumo que hacemos de ellos, convirtiéndolos en productos de entretenimiento.

Comprendiendo este sentido lúdico y crítico del texto, Lorena González y su grupo de teatro del plantel Vallejo nos regalaron una propuesta de la obra que pudo verse en marzo en el Concurso de Teatro local.

La obra continuó en un circuito organizado desde el Departamento de Difusión Cultural del CCH hasta cerrar sus presentaciones en el marco de la develación de placa conmemorativa del 50 aniversario de la Muestra de Teatro, en el foro El Dinosaurio del Museo del Chopo Universitario, el pasado 7 de junio a las 17 horas.

Esta adaptación de la obra tuvo muchos aciertos, entre los que destacan la transformación del narrador propuesto por Licona por tres mujeres, tipo Moiras, que generaban una imagen muy fuerte al abrir la función.

Ellas nos recordaban a las Brujas de Macbeth, pero rápidamente se convirtieron en una señal clara de que estábamos ahí para divertirnos. Otro acierto a nivel adaptación lo constituyó el cambio de Carmen, una beata asesina propuesta por Licona, por un cura claramente católico.

La propuesta, por demás divertida, se enfocó en el trabajo actoral, mismo que mostraba a actores y actrices comprometidos, entregados, entrenados y, sobre todo, cómodos en el escenario. Ante un foro lleno, resultaba evidente su ánimo de generar complicidad con el público para divertirnos, pero sin romper las líneas que dibujaban sus papeles.

Así, a lo largo de la obra, usaban a los asistentes como interlocutores e incluían sus respuestas en la presentación.

Actoralmente, los trabajos de Nahum García Álvarez representando al cura; de Paola Alejandra González Cabrera, representando a la tamalera asesina; y de Alexander Lazcano Velázquez, quien dio vida al estrangulador de la Nativitas, me parecieron notables por la fina construcción de personaje que jamás desdibujaban, aun cuando la propuesta fársica les exigía cambios de intención o de acción inmediatos.

Destacaron también el propio Lazcano y Nicolás López Quirino, representando a los agentes de seguridad en el segundo cuadro. Pese a que estos personajes tenían una intervención muy corta, su interpretación los hizo memorables y nos recuerdan que en el teatro no hay papeles chicos.

En cuanto al diseño, la obra destacó por una escenografía funcional –pero también divertida– compuesta por tres sillas forradas de negro sobre las que destacaban unas coloridas formas de ojo que enfatizaba el carácter voyerista del espectáculo.

En su mayoría, el vestuario de los personajes cumplía ilustrativamente, pues nos permitía identificar el estatus social de los personajes, así como su edad y profesión. En este rubro destacó la caracterización de las Moiras, quienes se cubrían el rostro con unas máscaras que les conferían madurez y misterio.

Aunque la producción debía adecuarse a las características de cada espacio de presentación, en el Foro El Dinosaurio se hizo un buen uso de las posibilidades luminotécnicas, ya que se logró una oportuna creación de espacio a través de la iluminación y de la escenofonía.

Al finalizar la función, la profesora Lorena González agradeció la asistencia del público y se refirió a la importancia formativa que tiene la labor que hacemos quienes montamos obras de teatro en el bachillerato del Colegio.

“Fue una noche muy emotiva en la que colegas de los cinco planteles aplaudimos el trabajo colectivo que logramos a lo largo de la 50 Muestra de Teatro del CCH y en la que los egos se quedaron afuera, donde deben estar, en favor de nuestros grupos entusiastas de estudiantes y, por supuesto, del teatro”.  

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