Paula Carlino, psicóloga por la Universidad Autónoma de Madrid, reconoció que leer es una actividad constructiva e interactiva. Además, aseguró que todos los docentes de todas las asignaturas, de todos los niveles educativos, tiene que ocuparse de la lectura, entendiéndola como comprensión que no está garantizada, aunque los alumnos sepan decodificar.
En su conferencia “Qué podemos hacer lxs docentes para incluir a lxs estudiantes en nuestras culturas lectoras académicas”, durante el primer Congreso Nacional de Lectura e Interculturalidad, la académica española señaló que esa conclusión deriva de tres líneas de trabajo que comenzó a desarrollar a partir de una charla con colegas, en la que se consideró que “si los jóvenes tienen lectura comprensiva, no deberían tener problemas con el texto”.
Ella y su equipo (GICEOLEM) comenzaron a investigar para caracterizar de qué modo es posible integrar la labor de la lectura y la escritura en diversas disciplinas de la educación secundaria y superior. Asimismo, analizaron y enumeraron supuestos falsos, en los que se da por sentado que la lectura es una habilidad básica, transferible a cualquier texto, adquirida de una vez y para siempre, como si leer fuera decodificar; la lectura como una habilidad única que se aplica a cualquier texto y contexto, cualquier lector comprende lo mismo frente a un mismo texto.
Posteriormente, realizaron diversos ejercicios con los alumnos sobre temas que aparentemente no dominaban, pero al intercambiar ideas en clase mostraron interesantes y diversos puntos de vista.
“Una vez hecha la investigación y análisis, nos surgió la pregunta ¿qué tenemos que hacer? Las respuestas a las que llegamos fueron saber que distintos lectores entienden de manera diversa lo que leen, ocuparnos de que las distintas interpretaciones se discutan, prever que en nuevos contextos y con nuevas clases de textos todos necesitan seguir aprendiendo a comprender; identificar qué trabajo intelectual queremos que los alumnos realicen con lo leído y planificar qué hacer en clase con las lecturas que encomendamos”, remarcó la ponente.
Sobre los alumnos que no responden a lo que los profesores esperan, expuso, hay un desencuentro, pues se suele depositar en los alumnos el problema: “carecen de una habilidad, no saben tal cosa, son vagos, este problema en el que tendemos a ver a los chicos de forma devaluada genera una violencia, porque no es lindo que nos consideren un deficitario”.
“Entonces, qué pasa si se repiensa y se considera que el problema es de los docentes, que es un problema didáctico, porque no sabemos cómo ayudar a los alumnos que tenemos enfrente”, reflexionó Carlino.
Desde el punto de vista de su equipo, dijo, sugirieron repensar los problemas que se atribuyen al alumno, problemas de enseñanza, no para sentir que los docentes son los malos, sino para entender que se tiene problemas y se debe descubrir cómo abordarlos para que deje de haber estudiantes que no lean como se espera.
“Surgieron más preguntas. Por ejemplo, qué condiciones didácticas modificamos para ver si cambia la situación, porque si se siguen asignando lecturas que los alumnos hagan por su cuenta, nada cambiará, pues leen y no entienden, vuelven a leer y siguen sin entender. El problema es de los docentes, no porque tengan un déficit, sino porque deben encontrar modos distintos, desarrollar otros caminos”.
En su opinión, deben dedicar tiempo en clase a discutir sobre lo que se lee porque así sabrán lo que entendió cada uno y en esa discusión los alumnos se sentirán habilitados; el significado de un texto no está contenido en un texto, el escrito da pistas que se ponen en interacción con conocimientos diferentes que los lectores llevan a la lectura y esta interacción permite construir un significado, por ello es que distintos lectores necesariamente vamos a entender distinto, concluyó.