PaulAuster

Todo comenzó con una llamada telefónica

El autor camina por una calle de Brooklyn y vive una epifanía

Todo comenzó con una llamada telefónica
El autor camina por una calle de Brooklyn y vive una epifanía

Vamos a partir de dos premisas: éste es un texto crítico, aunque algunos dirán que no. La segunda premisa es que soy capaz de ver el futuro. “Respira chiquita, respira”. Así que ya sé lo que pasará.

Es la primera vez que presento dos textos que aún no se escriben. Su autor será Paul Auster y estará lista la traducción al español en 2028. Serán publicaciones que aparecerán en un libro que compilará cuentos y algunos otros fragmentos seleccionados por su editor. Los cuentos llevarán por nombre Blue woman y The epiphanic blonde.

Todo comenzó con una llamada telefónica, así pasa en las historias importantes de Auster. En ella, lo citan en un lugar específico anotado en un mapa enviado al mensajero del teléfono.

Paul camina por la calle o grieta de Brooklyn el 23 de noviembre del 2024 y tiene la siguiente epifanía: una niña con un vestido azul y el pelo rubio está al final del agujero, la chiquilla llora, él se acerca a la pequeña, y al abrazarla se mete por su boca convertido en tres mariposas. Paul Auster desaparece por un tiempo en la cavidad rosa de la niña y acaricia sus entrañas.

Este acontecimiento perseguirá a Auster por mucho tiempo hasta que resuelve escribir un cuento.

La tarea no es fácil porque la escena lo ha dejado atónito, jamás había sido parte de un suceso como ese.

Imaginaba la vida de la niña cuando se sentaba a tomar su clásico whisky, volvía a su mente la cara de la rubia con sus ojos inmensos como ciruelas.

Habrá que decirlo justo y seriamente: la pequeña sólo existió en la mente del escritor de La trilogía de Nueva York, pero él decidió hacerla realidad en un cuento y la nombró Louise.

Varios años después de la escritura del primer relato, la rubia aparece desnuda flotando frente a la ventana de Paul. Hay un beso cálido, suave, dulce y apasionado entre los dos.

Se le reblandece el cuerpo al escritor, puesto de puntitas e inclinado en la ventana, a punto de caerse de un tercer piso. Aquí amplía el texto Blue woman y lo llama The epiphanic blonde.

Louise habitaba a Paul, quien no podía ya dormir junto a su esposa; se sentía culpable, se colocaba en las esquinas, no iba a reuniones sociales. “¿Cómo lograr que esta visión desaparezca?”, pensaba.

Años después Paul volverá a caminar por ese callejón esperando encontrar a la diosa del beso y, efectivamente la encontrará, pero ya hay en el rostro de la rubia una mueca. ¿Qué ha sido de ella todos estos años transcurridos en el futuro?

Y hoy Louise es joven de nuevo en ese callejón oscuro bajo una lámpara. Tú, querido lector, quieres acariciarla.

“Respira chiquita, respira. Déjate hacer”. Louise se deja acariciar por unos momentos. Se acurruca en tu pecho lector con suerte. Te abraza en una esquina en el callejón; se tiran como adolescentes en cuclillas al suelo, ella saca algo de comer y comienzan a reír; a contarse historias. El callejón deja de ser oscuro. Transcurren días, meses. Tú estás ahí al fondo comiendo todo lo que Louise te ofrece, la acaricias bajo el farol, bajo la nieve y la lluvia. Ustedes están estáticos iguales; mientras todo se mueve.

Ya no te importa la vida fuera del callejón. “Camina, aléjate de la rubia, tiene de nuevo la mueca”. Paul sonríe y piensa en su mujer. Tú, lector, deja de pensar en Louise, olvida su cuerpo, su olor.

Louise aún no nace, quizá ya no lo haga y sin embargo Paul Auster escribirá un cuento que conocerás hoy. “Respira chiquita, respira y mátalo ya”.

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