El libro Canto a un dios mineral, de Jorge Cuesta, de la colección Textos en Rotación del Colegio de Ciencias y Humanidades, ofrece una serie de poemas que se cotejaron con la edición Obras de Jorge Cuesta. Tomo I. Trabajos literarios y Pensamiento crítico, de Ediciones del Equilibrista (1994). Los versos también se cotejaron con Obras Reunidas I. Poesía y Obras Reunidas III. Primeros escritos. Miscelánea. Iconografía. Epistolario, del Fondo de Cultura Económica.
En esta edición, el texto abre con el poema que da título a la obra: “Canto a un dios mineral”, a continuación, un fragmento:
Una mirada en abandono y viva,
si no una certidumbre pensativa,
atesora una duda;
su amor dilata en la pasión desierta
sueña en la soledad, y está despierta
en la conciencia muda.
Es la vida allí estar, tan fijamente,
como la helada altura transparente
lo finge a cuanto sube
hasta el purpúreo límite que toca,
como si fuera un sueño de la roca,
la espuma de la nube.
Signos extraños hurta la memoria,
para una muda y condenada historia,
y acaricia las huellas
como si oculta obcecación lograra,
a fuerza de tallar la sombra avara
recuperar estrellas.
Más de 40 composiciones integran este texto, de quien es considerado fundador de la crítica literaria mexicana, entre los que se encuentran “Retrato de Gilberto Owen”; “Dibujo”; “Réplica a Ifigenia cruel”; “Elegía”; “No aquel que goza, frágil y ligero”; “Apenas fiel como el azar prefiera”; “Al gozo en que el instante se convierte”; “Nada te apartará de mí, que paso”; “Hora que fue, feliz y aun incompletas”; “Soñaba hallarme en el placer que aflora”; “Fundido me soñé al placer que aflora”; “La sombra sólo y la oquedad habita”; “No para el tiempo, sino pasa; muere”; “Anatomía de la mano”, y “Qué sombra, qué compañía”.
Entre los versos que destacan, se resaltan los siguientes:
“Tu voz es un eco, no te pertenece”
Tu voz es un eco, no te pertenece
No se extingue con el soplo que la exhala.
Tus pasos se desprenden de ti
Y hace caminar un fantasma intangible y perpetuo
Que te expulsa del sitio donde vives
Tan pasajeramente y te suplanta.
Tanto mi tacto extremas y prologas
que al fin no toco en ti sino humo, sombras, sueños, nada.
[…]
“Paraíso perdido”
Si en el tiempo aún espero es que, sumiso,
aunque también inconsolable, entiendo
que el fruto fue, que a la niñez sorprendo,
no don terreno, mas celeste aviso.
Pues, mirando que más tuvo que quiso,
si al sueño sus imágenes suspendo,
de la niñez, como de un arte, aprendo
que sencillez le basta al paraíso.
[…]
“Paraíso encontrado”
Piedad no pide si la muerte habita
y en las tinieblas insensibles yace
la inteligencia lívida, que nace
sólo en la carne estéril y marchita.
En el otro orbe en que el placer gravita,
dicha tenga la vida y que la enlace,
y de ella enamorada que rehace
el sueño en que la muerte azul medita.
[…]
“Delgada”
Delgada, diluida, tenue,
para mis manos ávidas de palparte
gruesa y dura.
Incolora, diáfana,
para mis ojos fatigados sin fruto,
sedientos de tu color espeso y opaco.
[…]
“De otro fue la palabra, antes que mía”
De otro fue la palabra, antes que mía,
que es el espejo de esta sombra y siente
el ruido, a este silencio, transparente;
su realidad, a esta fantasía.
Siento en la boca su substancia, fría,
dura, enemiga de la voz y ausente;
poseída por otra diferente,
no estar, para esta sed, sino vacía.
Y aun esta sed que soy, obscura y vaga,
crece tras la otra sed, que no se apaga.
De avidez la avidez nutre su sombra