Mi vida siempre ha sido complicada, difícil y bastante enredada. Actualmente sólo busco tranquilidad, un poco de silencio, tardes soleadas y lindas; hacer cosas distintas y vivir en otro lugar. Después de tener problemas toda mi vida, quiero un poco de calma, ya que antes de querer esto la pasé mal, muchas decepciones, obstáculos, aflicciones y lo único que necesito ahora es una incesante paz.
Me paso todos los días viviendo solamente con mi propia alma, no tengo mucha compañía, sólo mis padres y mi hermana Irene, que visito cada que puedo. En mi hogar siempre hay monotonía, tristeza, poco silencio (porque vivo en la ciudad), convirtiéndose todo en un pésimo cansancio.
Me he pasado las noches sin poder conciliar el sueño, no tengo ideas, todo lo siento vacío sin poder sentirme cómodo. Sólo quisiera estar en soledad, pero a la vez con una compañía apacible y en otro lugar.
Una mañana común, desperté temprano y escuché sonar el teléfono: era Irene.
—Me acaba de decir nuestro padre que nos regala la casa de campo, ¿te gustaría ir allá? —dijo muy contenta.
—Claro, me encanta la idea, te veo en casa de nuestros padres – le dije sin dudarlo.
Esa noticia me alegró por completo, estaba entusiasmado por ir a la casa, me fascinaba la idea. Entonces llegué a casa de nuestros padres y ellos nos dijeron que al fin teníamos la edad suficiente como para hacernos cargo de aquel hogar, porque era muy atesorada por ellos.
—Entonces, ¿podemos vivir allí? —preguntamos ansiosos.
Ellos nos dijeron que podíamos vivir ahí con la condición de que la cuidáramos mucho.
Al parecer Irene también quería un poco de tranquilidad, después de todo por lo que había pasado (que eran situaciones insoportables). Yo me imagino que ya quería serenidad, eso era lógico.
Aunque nuestros padres nos dijeron que podían vivir con nosotros, respondimos que nos encantaba la idea de irnos sólo los dos, porque requeríamos de mucha imperturbabilidad y no queríamos que estuvieran incómodos con nosotros.
Ellos sonrientes aceptaron y nos desearon mucha suerte.
Entonces empacamos nuestras pertenencias y fuimos en coche hasta la casa de campo. Nos sorprendió lo lejos que estaba, porque se encontraba a kilómetros de la ciudad, sin embargo nos agradó la idea. En ese momento Irene mencionó algo:
—Ya necesitaba vivir en un sitio diferente, no soportaba el ruido de la gente y los coches, me estresaban mucho— dijo con pequeña molestia.
Comprendí entonces que Irene también estaba harta de escuchar tanto ruido en la ciudad y de llevar la vida que ella sostenía, así que eso me dio gusto, porque viviríamos ahí sin quejarnos y simplemente disfrutando de la compañía del otro, lo cual era bueno para ambos, debido a que nos haría despejarnos y tranquilizarnos de nuestras vidas que llevábamos.
Así que al salir del coche vimos que la casa estaba repleta de árboles, era inmensa y muy bonita. Esa casa siempre la tendríamos en nuestras memorias, porque de pequeños nos situábamos ahí algunos días.
Ambos reímos y empezamos a inspeccionar todo por dentro y por fuera.