Las mujeres indígenas han ido conquistando espacios de presencia en la Ciudad de México y es momento de sembrar la semilla del cambio en las personas, sobre todo jóvenes, “para mostrar la importancia de formar una sociedad más inclusiva, igualitaria y de respeto hacia sus derechos”, aseguró Cristina Arroyo Estrada, coordinadora de Apoyo Académico, del Departamento de Difusión Cultural del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH).
Al participar en el conversatorio “Charlemos sobre la participación de la mujer indígena en la vida política, pública, comunitaria y familiar”, destacó que en el Colegio se busca sembrar la semilla de la sensibilidad para reivindicar la presencia y contribución de estas mujeres a la sociedad, ya que forman a grandes familias con sus tradiciones, trabajo artesanal y gastronomía.
Además de que son portadoras de conocimientos ancestrales, transmitidos por medio de la narración oral, agregó la profesora, quien, sin embargo, lamentó la educación de discriminación y menosprecio que aún se observa sobre todo en la Ciudad de México hacia las personas indígenas, pues es un retroceso para el logro de la igualdad con justicia.
En la charla organizada por Promotores de Cultura Comunitaria de la Ciudad de México, en el marco del Día Internacional de la Mujer Indígena, Susana Bautista Cruz, maestra en Derecho por la UNAM y exalumna del plantel Azcapotzalco, recordó que “las mujeres indígenas están luchando de manera organizada y en grupos políticos, por visibilizar su situación y condiciones específicas, así como para acceder a la educación”.
En la actualidad contamos con muchas de ellas que son profesionistas en diversos ámbitos como la medicina, el comercio o la cultura, explicó a la audiencia que siguió la transmisión a través de la página de Facebook de los promotores culturales.
“Este día es un logro que ha conjuntado la lucha de diversos grupos y asociaciones que se han formado alrededor del mundo, y es el resultado de diferentes mujeres que han trabajado por su reconocimiento”, consideró la también docente del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural Interculturalidad PUIC-UNAM.
También se debe a que la lucha llegó a las Naciones Unidas, en el marco del Derecho internacional, pues si bien una buena parte de las mujeres indígenas se encuentra en el campo, que por cuestiones de racismo y de posturas coloniales no han tenido acceso a la educación, salud y trabajo, también las hay en las urbes.
Sobre estas mujeres, consideró, “hay un rezago y deuda histórica con todas ellas… son mujeres con pertenencia étnica que buscan ejercer sus derechos”, abundó.
Durante el conversatorio, también participaron las promotoras culturales comunitarias Aída Espíndola e Isabel Pérez Guerra, quienes abundaron sobre diversos temas relacionados con la participación y presencia de las mujeres indígenas en diferentes ámbitos sociales y la necesidad de reconocer su papel en la sociedad mexicana.
Son grandes trasmisoras de conocimientos ancestrales relacionados con la medicina tradicional y la herbolaria, cuya presencia también juega un papel importante en la riqueza gastronómica del país.
Asimismo son quienes preservan muchas de las tradiciones de sus comunidades, relacionadas con las artesanías, bordados y poesía en sus lenguas originales, además, muchas de ellas tienen un papel importante en sus espacios de desarrollo cotidiano y comunitario tendiente a fortalecer su presencia en la sociedad.
El Día Internacional de la Mujer Indígena se celebra el 5 de septiembre desde 1983, cuando se instauró en el marco del Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, reunido en Bolivia.
Surgió con la idea de reconocer a todas las mujeres indígenas valientes que han jugado y seguirán jugando un rol importante en la pervivencia de la cultura de sus tribus, así como su lenguaje y fuerza de carácter. Actualmente se estima que existen en el mundo unos 42 millones de personas indígenas.
En México, existe una agenda que impulsa el tema desde el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, pese a lo cual aún las mujeres indígenas viven en situación de desigualdad social y política, con menos derecho al acceso, uso y transferencia de la tierra, limitando la promoción de la igualdad de género como condición necesaria para erradicar la pobreza y el hambre.
