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El lado más brillante del gris

 

Durante años, he perdido el sentido de todo. Mi mundo se ha sumido en un interminable tono gris, incapaz de experimentar emociones como la felicidad, sorpresa o miedo. La imposibilidad de experimentar emociones positivas me sumió en una apatía abrumadora.

Intenté buscar personas que me alegraran la vida, aunque siempre fui reservado, no tenía muchos amigos, porque cuando intenté acercarme a otros, descubrí la crueldad del mundo. Pensé que no me afectaba demasiado, podía pasar el tiempo solo, ya estaba acostumbrado. Quise compartir sentimientos con mi familia, pero me di cuenta de que hacía tiempo que no hablaba con ellos. Mis padres, sumidos en constantes críticas, me convencieron de mi propia insignificancia, escucharlos criticar una y otra vez en cada día de mi vida no era algo que disfrutaba. Las desalentadoras palabras se convirtieron en el eco constante en mi mente, formando una espiral.

Conseguir un trabajo en un supermercado y mudarme a un pequeño departamento a las afueras de la ciudad no mejoró las cosas, sinceramente no es buen lugar, pero por lo que pago de renta tampoco puedo pedir demasiado, me sirve para tener un techo que me protege del frío de la noche, pienso que con eso es suficiente, no puedo pedir más.

En mi desesperación por volver a ver un color en la vida, creí que podía encontrar el camino en la fe, siempre fui alguien que se consideraba creyente, durante mucho tiempo de mi vida fui a misa todos los domingos, hasta que simplemente ya no tenía ganas de volver a ir, aunque sigo hablando con dios cada que puedo, la mayoría de las veces es para pedirle un milagro que haga que mi vida mejore, le pido siempre que me enseñé el camino, sin embargo, nunca pasa nada, tantos años    y nunca pude ver alguna señal, tal vez no recé lo suficientemente fuerte, tal vez fue porque no doné mucho dinero a la iglesia, tal vez porque dejé de ir a misa, o tal vez, simplemente no soy alguien que merezca de su ayuda.

Fui incapaz de encontrar una sola luz dentro de este mundo gris, pero la necesidad de cambiar se convirtió en una llamada interna, un susurro que se intensificaba día tras día. El reflejo gris que veía en el espejo era la imagen de un individuo desesperanzado y desgastado. Pensé en un final, pero el miedo y la incertidumbre me frenaron. Las voces que me instaban a hacerlo se volvían más insistentes, pero la fuerza para dar ese paso no llegaba.

Pasaban los días y solo encontré más preguntas que siempre giraban en mi cabeza, las voces en mi mente diciendo que lo haga son cada día más intensas, me prometen que me anime a hacer a lo que siempre temía, que con eso todo será mejor, siento miedo de intentar cambiar, pero puede ser que tengan razón.

Me tomó muchos días tomar la decisión de cambiar, no fue fácil salir de ese agujero negro que te sumerge al infinito, pero estoy cansado, cansado de no ver colores. Por eso decidí cambiar, voy a ser lo suficientemente fuerte para tener la valentía de hacer lo que siempre temía, voy a ser valiente de cambiar mi vida para siempre, en el aire fresco y con el sol acariciando mi rostro, empecé a correr. Corrí como si estuviera huyendo de mi propia sombra, con miedo de lo que encontraría delante, pero cuando llegó el momento reuní el coraje necesario y me animé a saltar, di un salto enorme hacia un vacío negro donde no sabía que iba a encontrar más; sin embargo tenía la esperanza de hallar la felicidad.

Y finalmente, creo que lo logré.

Después de dar el salto hacia lo desconocido, me encontré inmerso en un abismo silencioso. La oscuridad me rodeaba, y por un instante, sentí una sensación de vacío. En ese momento, me invadió una calma inesperada, como si el tiempo se hubiera detenido. Mientras flotaba en esa penumbra, una oleada de recuerdos y pensamientos llenó mi mente. Los recuerdos de mi vida se presentaron como destellos, algunos oscuros y dolorosos, pero otros llenos de pequeñas alegrías que había olvidado. La realidad de lo que acababa de hacer comenzó a pesar sobre mí. Me pregunté si había tomado la decisión correcta. ¿Había escapado realmente del tono gris de mi existencia, o simplemente me sumergí en un vacío más oscuro? El miedo y la incertidumbre se mezclaron en mi mente, mientras la realidad de mi situación se volvía cada vez más clara.

Entendí que la búsqueda de la felicidad no debería ser un escape de los desafíos de la vida, sino una aceptación y transformación de ellos. No se trataba solo de cambiar el entorno, sino de cambiar la forma en que percibía y enfrentaba las adversidades. Mi deseo de ver colores no debía confundirse con una huida hacia lo desconocido, sino con una búsqueda interior de significado y conexión con la vida que llevaba. Empecé a apreciar la fragilidad y la belleza de cada momento. Recordé los consejos de aquellos que me querían, las palabras de aliento que había recibido en mis peores días. Me di cuenta de que había personas que se preocupaban por mí, aunque yo mismo dudara de ello.

En ese instante, tomé conciencia de la irreversibilidad de mi decisión. No había marcha atrás, pero podía elegir cómo enfrentar lo que viniera después. Decidí abrazar la oscuridad, no como un final inevitable, sino como una oportunidad para aprender, crecer y, tal vez, encontrar una luz interior que siempre estuvo allí, pero que no había sido capaz de ver.

Supongo que no es un final feliz, no estoy orgulloso de mi decisión, pero al estar en un lugar tan tranquilo no creo que pueda quejarme, ojalá que dios haga su milagro ahora y me deje volver a intentar una nueva vida. Pero, aun así, después de muchos años, al menos por unos segundos pude estar en paz. Es cierto que mi situación no mejoro, pero mi mente se puso clara por un pequeño momento, volví a ser feliz y ver color por un instante, no tengo idea de cómo sentirme, estoy consciente de que no fue la mejor decisión, pero hay algo en lo que sí estoy seguro, y es que ahora me encuentro en el lado más brillante del gris.

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