En Tlaxcalancingo, Puebla, había una piedra muy grande. Tenía forma de puerta. La gente la tocaba. Entonces las personas entraban, bajaban unos escalones de tierra y adentro se veían muchos cochinos, borregos, gallinas. Animales que usualmente en la provincia hay. Como si hubiera granjas enormes ahí abajo. La gente entraba y se encontraba con un charro con el que se hacía el pacto. Ese charro era el demonio. La gente que iba pedía dinero o lo que quisieran. Pero la cuestión es que le daba la espalda a Dios y ahora estarían con él. La gente que quería más dinero o que tenía mucha necesidad iba ahí. Firmaban el contrato y él cumplía sus deseos. Después de que ya firmaban el contrato y se daban la vuelta para mirar al momento de subir las escaleras, todo el ganado que estaba amarrado eran personas que estaban amarradas. Habían sido personas que habían firmado también esos contratos. La gente que acababa de firmar el contrato con el demonio sabía ahora que disfrutaría por el momento, pero después sería de los que estaban ahí.