Cinemúsica

Lanzan el número 40 de la revista "Ritmo"

En México nació con la cinta Jarabe tapatío, en la que una orquesta típica participó

Lanzan el número 40 de la revista "Ritmo"
En México nació con la cinta Jarabe tapatío, en la que una orquesta típica participó

Con el tema "Cine Musical", el número 40 de la revista Ritmo. Imaginación y crítica, lo aborda a través de la cinematografía de varios países como Brasil, Francia, Estados Unidos o el propio México; en ocasiones los autores analizan un filme en particular para dar cuenta cómo inició este género. En esta edición, el lector encontrará un verdadero mosaico de colaboraciones que enriquecen la temática principal.

En el editorial, el director general del CCH, Benjamín Barajas Sánchez,  comenta que el cine nació silente en 1895 y en 1927 apareció la primera película sonora: El cantante de jazz, del director Alan Crosland, un clásico que fusiona actuación, fotografía y sonido. En México, el cine musical generó historias a ritmo de vals, bolero, ranchero, corrido, mariachi, mambo, rock´n roll, norteño o música infantil, y nació desde la llegada del cinematógrafo a finales del siglo XIX con la cinta Jarabe tapatío, en la que una orquesta típica musicalizó en vivo las imágenes de los bailantes.

En su colaboración "Con la música por dentro: los ritmos del cine mexicano", Rocío González identifica 755 películas musicales producidas en México entre 1896 y 2000, donde se observa una tendencia creciente que alcanza su punto máximo a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Los años 1958 y 1964 son los de mayor producción, después se presenta un declive. En estos títulos se pueden identificar 48 ritmos, de los cuales los más recurrentes y perdurables son el ranchero (116 películas), el bolero (40), el corrido (41), el pop (19) y el norteño (10).

Jesús Alberto Cabañas, en su artículo "Dramaturgia y sociedad en el cine musical mexicanos de rumberas", realiza un análisis del cine musical de cabareteras y rumberas; la danza, la música y el cuerpo femenino se desarrollan bajo temáticas y estructuras dramáticas de cabaret. Los filmes se tornan en narrativas de seducción y transgresión como parte de un planteamiento moderno y moral que da forma al melodrama musical de cabaret.

La danza, el canto y la música se convierten en un “yo” corpóreo que evoluciona a los ámbitos sociales y divinos, como valores únicos y fugaces de la cabaretera bailarina. Este tipo de cine musical se convierte así en un símbolo motriz que articula y trasciende los ámbitos religiosos, políticos y sociales desde el canto, la música y danza de cabaret.

En "Más allá del arcoíris: una mirada queer a El mago de Oz de Víctor Fleming", Francisco Marín señala que éste es uno de los musicales más emblemáticos de la historia del cine. Su relato y personajes son conocidos y queridos alrededor del mundo consolidándola como una de las películas clásicas de Hollywood. Pero también es tierra fantástica, donde se pueden encontrar identidades y representaciones que rompen el molde hegemónico y ofrecen una posibilidad alejada de la heteronorma al filme. A través del análisis de estos personajes y de la trascendencia de Judy Garland en la comunidad LGBT+ se ofrece una lectura queer más allá del arcoíris.

Dice el autor que, empleando una mirada queer, se puede encontrar subtextos y perspectivas gay que desean ser descubiertas, habiendo o no, personajes homosexuales involucrados, ya que toda cinta es queer en potencia. Bajo esta premisa y óptica se pueden apreciar distintos elementos en el filme que han permitido la apropiación del mismo por parte de la comunidad LGBT+.

Juan Manuel Díaz, en su colaboración "¿Por qué se canta en Bolliwood? La relación entre la música y el cine en la India", expresa que la herencia del cine moderno proviene del teatro, el cual, ya en el siglo XIX, estaba vinculado profundamente con números musicales. Así que, cuando nace el cine indio, hereda directamente estos códigos. Los públicos, formados en la teatralidad melodramática de las representaciones escénicas, trasladaron estas expectativas a la sala de teatro, obligando de alguna manera a los productores cinematográficos a acoplarse a la tradición en lugar de adaptar los géneros occidentales.

Me parece que para dar cuenta de la complejidad del cine de la India tenemos que aguzar la mirada y pensar en términos de herencias culturales y sus expresiones regionales, en lugar de pensar de una categoría monolítica de “cine nacional”. Si bien hay tendencias más o menos generales, como la cuestión del baile y del canto en las superproducciones de Bollywood o inclusive ahora de Tollywood, las interpretaciones de las nociones estéticas y filosóficas provenientes del hinduismo son específicas a cada región y época.

Compartir: