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Un estado placentero

Ignoramos qué es, pero no debemos agobiarnos, sino disfrutar de los momentos

Un estado placentero
Ignoramos qué es, pero no debemos agobiarnos, sino disfrutar de los momentos

La felicidad es algo que bien a bien no sabemos qué es, ni dónde encontrarla, ni cómo funciona, ni cuánto dura, si es algo por lo que se trabaja o se consigue por casualidad.

Lo que con certeza podemos decir es que la mayoría de las personas deseamos, anhelamos o queremos ser felices.

A lo largo de nuestra vida y en diferentes etapas, quizá en diversas ocasiones, nos hemos preguntado sí somos felices, sí hemos sido felices o sí seremos felices.

Ante dichas preguntas seguramente hemos hecho un recuento de aquellos momentos que en nuestra vida han provocado ese tan anhelado deseo; quizá hemos mirado en nuestras historias de vida algún logro importante: terminar una licenciatura, viajar, el nacimiento de un hijo una hija, la publicación de un libro, el encuentro con el ser amado, entre otras situaciones.

Aunque no sabemos qué es la felicidad, diversos pensadores y pensadoras en distintos tiempos y de distintas áreas del conocimiento consideran que ésta se encuentra entre aquellas cosas, acciones, sucesos, fenómenos que son buenos, agradables o gratificantes, por lo cual son tan deseados por la humanidad.

De hecho, la felicidad se define como el estado mental de estar bien o sentir satisfacción en la vida producida por experiencias positivas y placenteras.

Desde la filosofía, la felicidad es el fin último del ser humano, es un fin en sí mismo, el cual está ligado a una forma de vida.

Aristóteles sostenía que la felicidad es el más alto de los bienes. Para él, la felicidad consistía en la contemplación de la verdad y la práctica de la virtud a partir del ejercicio de la razón.

Para alcanzar la felicidad era necesario tener seguridad económica y libertad personal, por lo cual, en la sociedad griega de su tiempo, sólo los privilegiados podían ser felices pues únicamente ellos podían dedicarse a la sabiduría al ser una de las virtudes más elevadas.

Otra forma de comprender la felicidad la encontramos en el pensador griego Epicuro; para él, las necesidades humanas se dividen en tres categorías: 1) Natural y necesario: comida, descanso, amigos, libertad, una vida en reflexión, etcétera; 2) Natural pero innecesario: Excesos de comida, grandes casas, muchas posesiones; y 3) Ni natural ni necesario: el poder, la fama, el dinero, entre otras más.

En ese sentido, la felicidad para él se encontraba en poseer lo natural y necesario, es decir, ser feliz significaba contar con lo necesario para vivir (comida, ropa, un lugar para vivir), pero sobre todo era poseer la amistad de aquellos que nos brindan su respeto y cariño.

Ser libre es esencial para ser felices, la autonomía y la autodeterminación son más valiosas que la fortuna económica y, finalmente, tener una vida reflexiva apacigua el espíritu y ofrece gran satisfacción, es decir, para Epicuro, la felicidad es un estado placentero.  

Para finalizar esta breve reflexión quiero recordar lo que el poeta uruguayo Mario Benedetti nos dice sobre la felicidad en su poema Soledades:

 

“… esa felicidad

al menos con mayúscula

no existe

ah, pero si existiera con minúscula

sería semejante a nuestra breve

presoledad

después de la alegría viene la soledad

después de la plenitud viene la soledad

después del amor viene la soledad”.

El poeta nos recuerda que la felicidad es compleja, multifacética, intangible e incognoscible, es efímera y se hace presente en la vida cotidiana, en la simplicidad de la vida, en los pequeños instantes en los que la amistad, el amor y la conexión humana se hacen presentes.

No podemos saber qué es la felicidad en sí misma, pero sabemos que queremos ser felices. Benedetti nos recuerda que no debemos agobiarnos por no saber qué es la felicidad; más bien, debemos disfrutar de aquellos instantes y experiencias que la vida nos ofrece para ser felices y así, poder exclamar como Borges: “¡Felices los felices!”. 

* Profesora del plantel Oriente

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