Amor

Lo constituye la intuición

La comunicación se llevaría a cabo por el reconocimiento recíproco y la escucha

Lo constituye la intuición
La comunicación se llevaría a cabo por el reconocimiento recíproco y la escucha

El amor es una actividad humana que requiere de actitudes cálidas para su realización. Son actos que se generan desde lo individual, por eso se dice que son subjetivos, pero esto no los descalifica, solo los coloca en el ámbito de lo singular, es decir, en el aspecto de lo que cada uno hace en su vida cotidiana por los otros.

Hablar de lo singular quiere decir que lo que una persona hace por el ser amado no posee un precio, no se puede cuantificar, obvio ni medir. Son afectos que se llevan a cabo por certidumbres personales y por las verdades de la intuición.

Requiere mucha reflexión por parte de cada amante, es decir, del ser humano que realiza un acto amoroso.

Hay necesidad de que el individuo siempre lleve a cabo una recapitulación de cada uno de los actos de amor, ya que se requiere de mesura, cordialidad, delicadeza, cuidado, de escucha atenta hacia el otro, y como uno se puede equivocar, es necesaria mucha paciencia y diálogo interior para actuar de la forma más consciente posible.

En la filosofía de lo espiritual, los actos de amor se refieren a cierta dinámica energética, es decir, son acciones que realiza el alma, por lo cual tiene que ver con lo espiritual. En este sentido, hablando por ejemplo de la parte femenina, se puede plantear que las mujeres han deseado que se les ame por su espiritualidad, y no por su cuerpo.

El problema en las sociedades capitalistas o neoliberales, o de una industrialización acelerada, es que se valora sobre manera el aspecto físico, y por siglos el valor de una mujer se vislumbró en su cuerpo, en su arreglo, que ha llegado en ocasiones a ser desmesurado.

Este aspecto tiene una dialéctica, ya que si bien la belleza física es un cuidado que cada ser humano realiza en su individualidad, para cuidarse y ser agradable para los demás, posee otro ángulo de ser sobrevalorada la belleza física.

Si bien para tener belleza física el individuo se debe cuidar, hacer ejercicio, cuidar su alimentación, usar vestimenta agradable estéticamente con estilo personal, se ha llegado a un extremo cuando solo se valora a las personas por su aspecto artificial.

Pero volviendo a la atracción por el alma, muchas mujeres hubieran querido ser atractivas por las cualidades de su alma, como su belleza espiritual, ya sea porque es sincera u honesta o porque posee integridad ética o ama su profesión.

La verdad del amor reside en lo que cada uno posee en su alma, o diría Sócrates, por los vestidos del alma que son las virtudes morales; estas nos vuelven una persona bella. La persona evoluciona y puede integrar, mente, cuerpo y alma.

Hablando de virtudes específicamente femeninas, el feminismo que elabora Luce Irigaray señala que las virtudes femeninas o su energía están ligadas a la comunicación, a ayudar a crecer a los demás, no por ser capaces de engendrar.

En la energía femenina hay una capacidad de ayudar a los demás a florecer, pues el amor verdadero solo mira por ayudar al Otro para que sea un ser humano mejor, que brille con su propia esencia y, entonces, surgen sus virtudes.

Volviendo a la comunicación o diálogo, dice Irigaray, los hombres casi no platican entre ellos sobre los pequeños detalles o no hablan de aspectos personales. Ellos tienden a argumentar, a razonar y tratan de ser una autoridad en lo que dicen. Quieren establecer lo que consideran verdad por medio de razonamientos.

Lo que Irigaray señala es que deberían construirse otro tipo de diálogos, que hicieran surgir lo espiritual, señalando que lo femenino pudiese tener más espacio en las comunicaciones humanas.

Esto significaría que la comunicación se llevaría a cabo por el reconocimiento mutuo, por la escucha detallada y guardando silencio mientras te escucho. Ello implica que no te arrincono en un espacio ya definido, sino que permanezco abierto a lo que tengas de novedad.

Implica en la idea de Irigaray que reconozco que el Otro es un misterio, por lo tanto, no lo puedo definir rígidamente, reconozco que es un devenir y lo entiendo en su movimiento, en su cambio, por lo cual dice Irigaray ninguno se convierte en objeto del otro.

Lo anterior supone que si te amo, voy hacia ti, porque me pareces atractivo, esa atracción resulta, si es posible que tu alma me entusiasme, me haga volar, o ilusionarme o soñar y esto ayuda a tener una animación o impulso de ir a nuevos senderos de crecimiento.

En el diálogo espiritual, se domina naturalmente el ego, porque siempre estoy abierta a tu subjetividad, que es única, irremplazable, eres otro con especificidad y con una sensibilidad propia.

Si nos reconocemos en la singularidad de cada uno y entrecruzamos el diálogo, lo tejemos juntos, señala Irigaray, que se puede trascender la dialéctica amo-esclavo de Hegel.

La subjetividad femenina elabora de forma natural un cultivo espiritual, que implica que no te someto, por eso no te tomo como objeto, siempre serás algo singular, individual, con una esencia pura de tu alma que admiro.

La esencia femenina es muy difícil de entender, porque requiere de cierta dynamis espiritual y no puede ser tratada con parámetros cientificistas, pues todo lo que se elabora desde esa esencia pertenece a singularidades anímicas, a una percepción especial de la intuición.

No es ciencia, no hay argumentos últimos, se teje en una fina capa de saberes, de sentimientos, de tradiciones espirituales.

 

Compartir: