Una crítica a El Brutalista

Su estética es impresionante, pero su narrativa deja huecos

Una crítica a El Brutalista
Su estética es impresionante, pero su narrativa deja huecos

Los atributos técnicos, estéticos e históricos de El Brutalista (2024) son innegables. Sin embargo, su duración y propia ambición terminan por convertirla en una película difícil de ver, poco satisfactoria y, por lo tanto, inocua e irrelevante a su tiempo. Evidentemente, dicha declaración requiere de un sustento argumental, entonces vamos por partes.

La cinta posee una belleza visual digna del reconocimiento que ha recibido. Más allá del uso del VistaVision, un punto fuerte en su publicidad y popularidad entre la comunidad cinéfila; la fotografía de Lol Crawley nos remonta a la época a través de una mezcla entre estética lumínica y de color apegada a las tendencias contemporáneas, con un manejo de espacio y cámara propios de películas de la época que retrata.

Ahora, cuando hablo de “atributos históricos”, hago alusión a la serie de contratiempos que la producción atravesó, desde su anuncio en 2018; al reconocimiento y parteaguas, que puede y con suerte, marcará en el cine independiente; por último, a un presupuesto de 9 millones de dólares que puede soportar un producto de época de tres horas y media de duración, filmado en un formato descontinuado y ya escaso de película analógica.

No obstante, su duración se yergue injustificada, con un intento de explicación final francamente torpe, donde se establece una símil entre el proyecto arquitectónico del relato, el filme y el mundo como “una obra regida por las leyes definidas de cosas concretas en el mundo real. No indican nada, no dicen nada, simplemente son”.

Con un reparto inmejorable, y variedad semejante de temáticas por abordar, resulta decepcionante que la cinta no haga contribución alguna a la narrativa del Holocausto, la Segunda Guerra Mundial, sus consecuencias, el sueño americano, la población e idiosincrasia judía, o siquiera a la historia de su protagonista. Más aún cuando calidad del desempeño dramático de sus actores, resulta insuficiente para exaltar a los personajes pobremente desarrollados.

Sin duda alguna, el filme contará con defensores acérrimos que invaliden al público disidente. No busco persuadir al lector a favor o en contra de dirigir la inversión de tres horas y media de su tiempo a la apreciación de la pieza.

Sin embargo, sí me atrevo a instar a proceder con precaución, así como a mantenerse expectante del legado que pueda dejar El Brutalista, y su trascendencia en el tiempo, único juez de validez universal sobre su valor artístico y humano. 

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