Fiel comandante del viaje,
no comprendo por qué te alejaste.
Alcanzo a oír tus órdenes en este bote,
comienzo a recordar lo que me mostraste.
Miro el cielo algo complejo, el mar sin reflejo,
Me pregunto ¿a dónde nos dirigimos?
Pues no contemplo la belleza del paraíso que él ha visto
con dificultad y miro aquel faro,
acaso, ¿no he despertado?
Estoy a cargo y no he comenzado,
el volante se ha esfumado.
Aun puedo escucharlo, pero no puedo mirarlo,
no logro enfocar la mirada,
es hora de iniciar la partida.
No sé adónde me dirijo
pero sé que confiaré en lo que el cielo me dijo.
Me duelen los brazos,
mis ojos no están cerrados,
pero sí mi alma hecha pedazos.
Ya guardé tu recuerdo dentro de aquel ropero
solo tomaré el volante, sin mirarte.
No puedo olvidarte, pero hoy voy a alejarme.
En este viaje continuo
la ballena murmulla una canción de cuna,
suena, es fascinante,
y aquel delfín luce radiante,
aún no había notado lo frío del ambiente
pues todo está en mi mente.
La noche estalla,
comienzo a mirar el reflejo del agua
pero no hay ninguna falla:
sin duda mi alma también te extraña.
Estás en otro barco, mi querido navegante,
has borrado todo lo que me enseñaste,
dejaste lo que amabas,
y olvidaste tu presente.
Tu recuerdo poco a poco se desvanece
con el movimiento de las olas.
Ya puesto el atardecer, arriba la marea,
no volveré a verte
mientras el bote espera,
pero al fondo del océano,
la madre naturaleza se contempla.
Al fin veo con claridad,
que tu recuerdo no es mi guía,
no niego ante la vida
que cuesta olvidarte.
No estás aquí, no estás dentro del mar
ni en los bellos atardeceres que admiran mis ojos.
Tampoco estás en el barco,
ni en las noches estrelladas o en las devastadoras tormentas,
no me culpo por desear encontrarte,
pero ahora soy yo,
el capitán del barco en este viaje.