Resulta fundamental para el desarrollo del pensamiento humano

“Madre de todas las ciencias”

Resulta fundamental para el desarrollo del pensamiento humano

“Madre de todas las ciencias”
Resulta fundamental para el desarrollo del pensamiento humano

La filosofía ha sido, desde su nacimiento, definida en términos del amor y el deseo. Etimológicamente proviene del griego Philos, que significa amigo o amante, y Sophia, que significa saber o sabiduría. En este sentido, la filosofía es amor por la sabiduría y el filósofo es el amante del saber o la sabiduría.

A lo largo de la historia, la filosofía ha tenido múltiples definiciones. Para Platón, la filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma; para San Agustín es un afán de Dios y para Aristóteles es la Ciencia de las primeras causas y principios.

De esta manera podríamos seguir nombrando las distintas definiciones que durante más de dos mil quinientos años se han construido en torno a esta disciplina.

En la diversidad de definiciones sobre la filosofía podemos encontrar en ellas una especie de hilo conductor: todas y cada una de las concepciones filosóficas hacen referencia al conocimiento, a la búsqueda del saber, pero sobre todo al deseo por conocer.

Pero, ¿qué quiere saber la filosofía? Realmente quiere saberlo todo, entenderlo todo y comprenderlo todo. Sí, lo sé, eso suena a demasiada arrogancia, pero es cierto que durante siglos la filosofía concentró en sí misma a la mayoría de las disciplinas modernas, no es gratuito el título de ser la “Madre de todas las ciencias”.

La filosofía es la madre de todas las ciencias porque todo conocimiento parte del asombro, de la admiración.

La admiración o el asombro es aquello que nos permite detenernos, aunque sea por un momento. En medio de lo cotidiano, nos permite hacer una pausa en la rutina que no cede y que se escabulle con el tiempo.

Admirarnos del mundo es detener el mundo, es detener el tiempo con la única intención de mirar fijamente lo otro, lo otro que se presenta extraño ante nuestros ojos y nuestro entendimiento.

Cada vez que pienso en el asombro, no puedo evitar imaginar que, en el principio de los tiempos, seguramente la humanidad se asombró ante cosas que para nosotros hoy suelen ser tan cotidianas, por ejemplo, la salida y la puesta del Sol, el cambio de estaciones, el nacimiento y la muerte, etcétera.

Es desde el asombro que la humanidad se ve motivada a la reflexión, pues el asombro nos deja en un estado de perplejidad o duda, y desde la duda se abre el espacio para la especulación y la pregunta.

La filosofía siempre pregunta, siempre tiene algo que preguntar sobre el mundo, sobre la vida, sobre el ser humano o sobre sí misma; pregunta por aquello que se le presenta extraño ante lo cual se ha asombrado, pero la pregunta filosófica no es una simple pregunta a la cual podamos dar una respuesta única, cierta y acabada.

La pregunta filosófica es una pregunta fundamental y universal, no porque sea una pregunta que tengan que hacerse todos los seres humanos o porque entre todos tengamos que llegar a un consenso en la respuesta.

La pregunta de la filosofía es universal y fundamental porque desea saber el porqué de todas las cosas, atrapar su esencia, contemplar su ser.

La filosofía sigue siendo una disciplina fundamental no sólo para el desarrollo del pensamiento humano, sino para la comprensión y construcción del sentido existencial de la humanidad.

Esta búsqueda de sentido existencia no debe ser algo ajeno, necesariamente debe trastocar nuestra particular existencia, debe incidir en la vida propia, en nuestro propio acontecer.

Sólo es necesario dejar que la filosofía, como ese afán de saber, como esa búsqueda de conocimiento, acontezca, se haga presente en nuestras vida.

Dejemos que nos atrape, nos envuelva, que produzca en nosotros una actitud frente a la vida, una búsqueda incesante que nos motive, por el simple, pero vital y necesario hecho de querer filosofar.

*Profesora del plantel Oriente

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