Hablar del amor siempre conlleva a un cumulo de anécdotas muy diferentes, cada quien ha vivido sus propias historias, algunas bellas, otras tristes, unas cuantas más frustradas. Sin embargo, en ciertas etapas es fácil que muchas personas se identifiquen, especialmente al hablar de amores fugaces o que nunca fueron. En Past lives, de Celine Song, hay una añoranza por los amores que nunca fueron y las vidas que no se vivieron.
Nora (Greta Lee), una niña de Corea del Sur, emigra a Canadá durante su infancia, despidiéndose de sus amigos y de su inocente primer amor, Hae Sung (Yoo Tae-o). Años después, gracias a la inmediatez de las telecomunicaciones, logran reencontrarse virtualmente. Han pasado 24 años desde su despedida y ahora son adultos para poderse ver en Nueva York. Nora está felizmente casada y se dedica al teatro, mientras que Hae Sung es un ingeniero y tiene una vida común y estable.
Reencontrarse trae viejos sentimientos y una fuerte crisis para Nora, no sólo por sus viejos amores sino por la partida de su identidad coreana.
Al mudarse a Norteamérica, la familia de Nora explica que deben adoptar nombres para su nueva vida occidental, por lo que ella cambia el suyo; tiempo después, se puede ver que la protagonista ha olvidado el lenguaje y escritura coreana, por lo que al final sufre una crisis por entender su nueva identidad; a la vez, tiene un momento de duda por un romance que nunca pudo ser, pero estaba destinado a pasar.
Celine Song vuelve palpable el amor de la pareja protagonista, convierte las conversaciones simples y efímeras en mágicas y agranda la conexión emocional de los personajes más allá de las vistas que los rodean, su cámara se guía más a los personajes que a las vistas que tiene Nueva York para ofrecer, tal como en su momento lo hizo Richard Linklater en la trilogía Before. Sin embargo, siempre queda claro que, aunque exista, nunca sucederá ese amor. Nora está decidida a no abandonar a su esposo ni su vida por un amor del que no hay certeza y viceversa.
En una parte de la historia Nora decide que Hae Sung y su esposo se conozcan, a modo de amistad. En esa salida queda claro para ambos que el amor que nunca sucedió está sellado desde ambas partes. Aunque su conexión existe deben despedirse y seguir cada uno con sus vidas. Entonces el In-yun, una creencia coreana, vuelve a hacer eco dentro de la película, pues es un mito que dicta que si dos personas coinciden en algún momento significa que en otras vidas, futuras o pasadas, ambos podrían estar casados aunque en otras 8 mil vidas sólo hayan sido una coincidencia momentánea.
Para Hae Sung y Nora, imaginarse a sí mismos como In-yun es una forma de preservar el cariño y el amor, pero también de poder despedirse con la esperanza de reencontrarse en otra vida. Toma coraje por parte de ambos darse cuenta que su historia no está destinada a ser. Nora le dice adiós a un amor, pero a la vez se desprende de una de las últimas cosas que aún la conectaban con su identidad coreana.
Nora se despide de un amor platónico a la vez que se despide de su nombre, cultura y lenguaje. Aún sabiendo que amaba a su esposo, reconoce que es alguien que debe dejar en el pasado y seguir hacia el futuro, tal como camina al dejar a Hae Sung en un taxi y sus heridas brotan a través de lágrimas hasta encontrarse de nuevo con su esposo al final del camino. Dudas y sugerencias a: luis@cchfilmfest.com