Programa de Jóvenes hacia la Investigación

Programa de Jóvenes hacia la Investigación

Analizan la esencial capa de la corteza terrestre

Programa de Jóvenes hacia la Investigación
Analizan la esencial capa de la corteza terrestre

Para que cualquier vegetal que consume el ser humano llegue a los hogares, es necesario contar con un suelo rico en nutrientes. ¿Cómo lograrlo, cómo saber qué elementos químicos necesita, es posible adicionarlos, es saludable al consumo humano, cómo revertir la erosión provocada por el hombre?  Estas preguntas fueron respondidas por Araceli Zárate, del Instituto de Biología, durante la conferencia “El suelo como fuente de alimentos”, dirigida a los estudiantes del CCH y de la ENP.

Durante su charla virtual, enmarcada en las actividades del Programa Jóvenes hacia la Investigación, la especialista señaló que, desde el punto de vista biológico y agronómico, “el suelo es la capa de la corteza terrestre donde crecen las plantas y a la cual el hombre le da diversos usos. Su formación es resultado de un proceso que puede comprender entre miles o millones de años, y dependerá de factores como el tipo de roca madre (ígnea, sedimentaria o metamórfica), el clima, los relieves y de la vegetación”.

De esta manera, el suelo se forma por la descomposición de las rocas por cambios bruscos de temperatura y la acción de la humedad, el aire y los seres vivos, a este tipo de proceso se le llama intemperismo o meteorización. Entre las partículas minerales que lo conforman, la arena, el limo y la arcilla determinan el comportamiento del suelo.

El territorio mexicano, explicó la especialista, “tiene una gama muy amplia de suelos, y sus nutrientes provienen tanto de la roca madre como de los aportes de la lluvia, de las reacciones químicas en las diferentes capas que tiene, de manera que se va modificando con el tiempo, y dará como resultado un tipo de suelo”.

En este sentido, detalló, “para que una planta pueda crecer requiere de 19 elementos básicos, la diferencia radica en la cantidad y en qué momento lo solicite cada especie. Estos se dividen en tres grupos: los no adicionables que son carbono, hidrógeno y oxígeno”.

El resto de los elementos, completó la investigadora, “la planta lo toma del suelo; los macroelementos son aquellos que requiere en cantidades mayores, son el nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio y azufre, y los microelementos, en pequeñas cantidades, serán el cobre, zinc, molibdeno, manganeso, boro y fierro”.

A partir de la Segunda Guerra Mundial y por el requerimiento de contar con alimentos  de manera masiva, dijo Zárate, se generó un movimiento llamado Revolución Verde, que surgió en Estados Unidos y lo condujo Norman Borlaug, “y que consistió en la introducción de semillas mejoradas, el uso de sistema de riego, el uso de pesticidas agrícolas y fertilizantes, lo que llevó a modificar el aporte de nutrimentos que el suelo obtenía bajo otros mecanismos”.

Algunas de las consecuencias de esta nueva práctica, señaló, “es que se tuvieron monocultivos, el uso de maquinaria agrícola, incorporación de pesticidas y fertilizantes, que hoy, con el cambio climático, ha aumentado su uso, por lo que los cultivos y el planeta se han visto alterados; incluso algunas plagas ya no se pueden controlar pese al uso de químicos, aunado a las secuelas sociales, principalmente el aumento de la pobreza y la migración”.

Una respuesta científica ante estas grandes problemáticas, destacó, “ha sido la agroecología o agricultura orgánica, que busca regresar a las prácticas anteriores a la Revolución Verde, de manera que pueda existir una variedad de especies en una misma área, se elaboren compostas, así como el uso de productos orgánicos para el control de plagas y enfermedades, todo lo anterior para que el suelo vuelva a tener los nutrimentos necesarios”, finalizó la académica.

De acuerdo con investigaciones históricas, la agricultura comenzó una vez que las personas plantaron hierbas por sus semillas (o granos) en el Cercano Oriente, en Guangdong, China, y lo que hoy es Latinoamérica.

El Creciente Fértil del Sudoeste asiático, Egipto e India fueron los lugares donde se desarrollaron inicialmente la siembra y cosecha hidráulica de plantas que habían sido recogidas previamente en su entorno natural.

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