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Su evolución milenaria

Este elemento se ajusta según las necesidades de cada puesta en escena

Su evolución milenaria
Este elemento se ajusta según las necesidades de cada puesta en escena

El edificio teatral es el recinto en el que se llevan a cabo montajes escénicos y se desarrollan las obras de teatro.

Hace muchísimos años, en la Grecia clásica, el edificio teatral constaba de anfiteatros construidos al aire libre que aprovechaban la geografía del lugar para que todo el público pudiera ver la puesta en escena y escucharla. Los romanos copiaron esta idea y así las obras de teatro se presentaron en el continente europeo durante muchos siglos.

Entre las limitantes de este tipo de edificio teatral estaba el que no se le podían hacer ajustes; sus dimensiones y su espacio de representación siempre eran los mismos.

Por esta razón, los dramaturgos incluían en el texto la descripción del espacio. Basta con prestar atención al diálogo de cualquier tragedia griega para ver cómo al principio se nos da cuenta dónde se desarrolla la acción. En ese sentido, el diálogo sustituía la ilustración escénica.

A pesar de que el edificio teatral se transformó a lo largo de un milenio, llegando a iglesias, corrales, patios y palacios, no fue sino hasta el Renacimiento, en específico, con la producción de óperas, que la escenografía empezó a ocupar un lugar preponderante en la construcción del espacio teatral.

La creación escenográfica se imponía sobre el edificio teatral porque se buscaba que, a través de ésta, el teatro se convirtiera en salones de palacio o campos de guerra, por ejemplo.

La apuesta consistía en que el público ya no necesitara escuchar dónde se encontraban los personajes, sino que lo vieran.

Escenógrafos como Sebastiano Serlio, Bernardo Buontalteni y Baccio del Bianco apostaron por utilizar la perspectiva como herramienta para crear la ilusión de profundidad en sus diseños escenográficos y espacios realistas que generaran esta sensación en el público.

Más adelante, cuando la electricidad entró a los teatros, ésta se convirtió en una herramienta, primero para alumbrar y después para generar atmósferas que iban desde lo físico/local hasta lo emocional.

Las posibilidades infinitas que brindaba el edificio teatral se desgastaron con el paso del tiempo, pues parecía que el objetivo del teatro era deslumbrar al público con el diseño espacial, constituido por la escenografía y la iluminación; sin embargo, dejaba en segundo término las historias.

Por este motivo, en el siglo XX el espacio escénico se volvió más sintético. Peter Brook escribió su libro El espacio vacío, el cual sirve a los creadores teatrales del mundo para regresar la mirada a lo que importa en el teatro: el conflicto dramático que los intérpretes presentan en vivo ante un público.

Así pues, el edificio teatral deja de usarse como un espacio que debe imitar una realidad y se convierte en un lugar donde se genera una semiótica teatral.

En los planteles del CCH contamos con auditorios que sirven como espacios escénicos para hacer teatro.

A lo largo de los años, estos recintos se han transformado en cientos de lugares a los que la imaginación de nuestro alumnado los ha llevado gracias al uso de sus elementos.

Pero, ¿qué se necesita para que se siga gestando una semiótica escénica entre el público y los hacedores de teatro de nuestro Colegio? Lo que permite que se exploren las posibilidades comunicativas del espacio escénico es, en un principio, el acceso a éste.

Los grupos que hacen teatro en nuestros planteles requieren ensayar en los espacios donde llevarán a cabo sus puestas en escena. Sólo así explorarán sus posibilidades para proponer respuestas teatrales y creativas en su uso.

Sabemos que muchas actividades se realizan en nuestros auditorios, pero es nuestra responsabilidad sensibilizar a la comunidad del Colegio para que los estudiantes tengan acceso al espacio en el que representarán sus obras, al menos, un par de veces previas a la presentación. Sólo así podrán identificar las características del espacio, acostumbrarse a ellas y, sobre todo, aprovecharlas para imaginar y construir una experiencia estética para el espectador.  

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