Arte-acción

Referente del arte contemporáneo

Leyó las posibilidades del humor, la ironía, la crítica y el arte-acción

Referente del arte contemporáneo
Leyó las posibilidades del humor, la ironía, la crítica y el arte-acción

Para algunos habitantes de la Ciudad de México es inevitable que un paseo por el Centro Histórico provoque un sentimiento de nostalgia por el trabajo de Melquiades Herrera, quien a decir de César Martínez, era “el peatón profesional” por su trabajo de recolección de objetos desde 1979 hasta 2003.

Según ha documentado Roselín Rodríguez, el archivo de Melquiades contiene más de 100 cajas en el Centro de Documentación Arkheia del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC).

Melquiades Herrera es uno de los artistas mexicanos que supo leer las posibilidades del humor, la ironía y la crítica del arte conceptual y el arte-acción (performance), no sólo por su ingenio y búsqueda incansable de recursos y objetos, sino porque tenía mucha claridad para transformar el significado de objetos de la vida cotidiana en la intervención o modificación de su contexto.

La integración de sus archivos implicó la recolección de objetos de muy diversa naturaleza y con distintas intencionalidades, lo mismo libros, apuntes, proyectos, planes de clase, sus famosos y entrañables ready-mades de la cultura popular mexicana y defeña, entre muchos otros.

Su creatividad está vinculada con nuestro imaginario social. Lo curioso es que no sería extraño o ajeno decir que su trabajo forma parte de nuestra cultura, podemos incluso revisar sus mapas de cuatro colores y pensar en el tiempo que le debió llevar seleccionar objetos industriales con el mismo tono de colores, o recordar juegos lógicos para explicar de forma didáctica y “práctica” qué es una paradoja.

El archivo comprende objetos que recolectaba en bolsas y en sus famosos portafolios Samsonite multicolores.

Si quisiéramos ser lectores de la obra de Melquiades Herrera, necesitamos tener la disposición de encontrar la metáfora que encierra el objeto dentro de nuestros marcos histórico-culturales.

Es indispensable, como ha propuesto Roselín Rodríguez, entender los marcos que se ponen en juego en las acciones y sus obras.

Rodríguez explica que la obra de Herrera está configurada por tres marcos. El marco de nuestra cultura, que aporta todos los objetos recolectados; el marco en que son incorporados en una instalación o en un performance donde el artista modifica su sentido; y el marco del artista que combina nuestra cultura y los nuevos significados.

Esta situación crea cierta ambigüedad entre realidad y ficción propia de la instalación o el arte-acción; así, en el performance Vendedor de peines pone en juego sus instrumentos de trabajo; el portafolio Samsonite, su personificación como vendedor que se reconoce “por usar una corbata” y una colección de peines.

El marco cultural establece una relación aparentemente absurda porque Melquiades vende peines en una tienda de pelucas. Los peines seleccionados también pasaron por un largo proceso de lectura e interpretación. Por supuesto, los peines no son fabricados con un criterio ergonómico o el material adecuado para su uso, sino con una intención decorativa nutrida de colores, formas, tamaños y texturas.

Melquiades muestra los marcos culturales y sociales. No tiene reparo en fingir ser un vendedor ambulante. Él mismo encarna un significado con sus acciones y modifica el sentido o significado de las cosas.

Un peine de madera con abundantes cerdas delgadas y filosas estará muy “estresado”, otro peine “tiene miedo”.

Las formas de peines negros se convierten en las huellas de “los pasos del hombre”; un cepillo verde se transforma en un pasto que crece y que muere. Peines con forma de automóviles tendrán distintos significados según el color; el peine rojo de la juventud, el peine blanco del matrimonio, otro peine blanco de la madurez y el peine negro del funeral.

En algún momento, el público se da cuenta de que no es un “vendedor de peines”, pero esto convoca a tener mayor interés y participación por parte de sus espectadores.

El performance cierra con un chiste sobre “los tres grandes”. Se trata de una referencia a una obra presentada en el Teatro Esperanza Iris en 1934, llamada El último fresco, en la que actuaba Fernando Soto Mantequilla interpretando a Diego Rivera y Joaquín Pardavé a Rockefeller.

Compartir: