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¿Por qué evadimos la ortografía?

¿Por qué evadimos la ortografía?
Número de revista
3
Año de revista
2020
Área Temática
Latitudes CCH
Archivo de revista
latitudescch_3.pdf (23.43 MB)
Descripción

Se ha dicho de quienes señalan las faltas ortográficas que se trata de personas intolerantes, quisquillosas y aun problemáticas para entablar buenas relaciones sociales.

Lo cierto es que el cuidado en el empleo del lenguaje existe  desde su invento mismo. Esta función la realizaba antiguamente un reducido grupo, la de los escribas, y trascendía poco al grueso de la sociedad porque sus destinatarios eran también una élite: futuros gobernantes, sacerdotes, dirigentes guerreros y nuevos escribas.

Cuando la educación llegó a grupos más amplios se prepararon incluso los primeros libros para enseñar su empleo correcto; no es casual que ortografía se componga de dos partículas griegas (orto y grapho), pues esta cultura de la Antigüedad fue la primera en producir libros fundamentales para el empleo del lenguaje y el logro de sus propósitos: comunicar y convencer, como es el caso de la Retórica de Aristóteles, especialmente el Libro III, donde se ocupa de la selección de palabras y términos, el empleo de los tropos y la estructura de las frases.

Herederos de la cultura griega, los romanos llevaron la enseñanza del lenguaje a estadios sumamente elevados, pues la disciplina que la enseñaba, la retórica, abarcaba la formación integral del hombre. El sabio que reunió la paideia antigua, Marco Fabio Quintiliano, escribió un libro de carácter enciclopédico para instruir acerca del uso del lenguaje, la Institución oratoria, que aún sigue siendo consultado por quienes desean persuadir con la palabra.

Durante la Edad Media la enseñanza se organizó en dos grandes secciones: Trivium y Cuadrivium, donde la primera incluía la enseñanza de la gramática, la dialéctica y la retórica, mientras la segunda comprendía la aritmética, la geometría, la astronomía y la música. Las primeras representaban lo que hoy denominamos las humanidades, en tanto que la segunda, las ciencias. 

Durante la Edad Moderna la enseñanza del bien leer y escribir persistió, sólo que con la aparición de los estados nacionales y sus lenguas, así como el avance de las ciencias, la enseñanza del lenguaje fue atribuido sobre todo a la gramática, una de cuyas ramas más importantes es la ortografía.

En nuestros días, en que los estudios sobre la lengua, el proceso del conocimiento y la relación del lenguaje con cuestiones psicológicas, filosóficas, artísticas, cognitivas y científicas revelan su importancia, al igual que intuyeron los sabios de la Antigüedad, la escuela debe asumir su papel y ocuparse sin ninguna dubitación de este aspecto central del hombre. Por algo Martin Heidegger expresó que “el lenguaje es la casa del ser”. Esa es la razón por la que el presente número de Latitudes CCH está dedicada a destacar la importancia de enseñarlo y emplearlo bien.

Ilustra este número la obra de un oaxaqueño y mexicano universal, Francisco Toledo, a quien las nuevas generaciones que se preparan deben conocer y aquilatar, pues es en el arte donde se manifiesta a plenitud el espíritu y la fortaleza de un pueblo. Damos las gracias cumplidamente a sus herederos por permitirnos emplear la pintura del inmortal artista.

 

Dr. Benjamín Barajas Sánchez
Director General del Colegio de Ciencias y Humanidades