Con la participación de la profesora Pamela Flores y del investigador Rafael Mondragón, se llevó a cabo el conversatorio “Diálogo acerca de lecturas y experiencias interculturales”, en el marco del primer Congreso Nacional de Lectura e Interculturalidad, organizado por el Colegio de Ciencias y Humanidades.
En su intervención, Pamela Flores consideró que la noción de interculturalidad debería estar relacionada con el intercambio, el diálogo y la diferenciación positiva, es decir, que se pueda intercambiar mutuamente.
“Crear interculturalidad en las aulas es complicado porque en la escuela hay un currículum, un plan de estudios que se tiene que seguir y es el primer obstáculo al que se tienen que enfrentar”, dijo la licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas.
Los programas, agregó, están ceñidos a un discurso nacionalista que busca reforzar identidades y en el que apenas empieza a permear la noción de lo intercultural, pero no termina de asentarse. Lo anterior se puede corroborar al ver las lecturas relacionadas con las culturas indígenas, todavía se da prioridad a los textos literarios prehispánicos, como si lo indígena solamente estuviera ceñido a lo que sucedió antes de la Conquista y lo cierto es que no es así.
“Los textos literarios contemporáneos que se producen y que se han escrito a través de los siglos no se ven, se quedan en el olvido, y es una manera de omitir la diversidad presente, viva, que podría acercarnos más a lo intercultural. El principal reto es comenzar a incluir estos escritos de autores indígenas contemporáneos en nuestras clases, lo cual necesita diversos momentos de sensibilización, tanto de docentes como de estudiantes”.
Flores recordó que cuando empezó a pensarse en el término de interculturalidad, aunque tendría que haberse enfocado en el diálogo de las diversidades de las culturas, más bien prolongó un poco la visión estática del multiculturalismo y la diferenciación de las culturas, y en esa diferenciación se dio prioridad a la identidad del otro, como un intercambio y justo eso es lo que tendríamos que replantearnos”.
Por su parte, Rafael Mondragón, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional, se refirió a la interculturalidad como un tema fundamental en un país como México, que es el segundo más rico en lenguas en el planeta, sólo después de la India, que tiene 369, y pertenece a la región más desigual del planeta.
Esas circunstancias, señaló, sitúan a la interculturalidad entre dos polos, por un lado, tiene que ver con la diversidad de culturas y de modos de vida y, por otro lado, con una realidad que se vincula a la desigualdad, al racismo y a la exclusión.
“Eso propicia que el discurso de interculturalidad no pueda ser neutral y necesariamente tendría que significar una toma de postura respecto a esta composición social, donde la diversidad y la desigualdad están articuladas, porque el racismo sirve como un clasificador social en cuanto a nivel de vida, de acceso al trabajo, al ejercicio de ciertos derechos hacia un lugar y otro”, dijo Flores.
En América Latina, continuó, la escuela muchas veces ha servido como cómplice al reforzar estas estructuras racistas que se vinculan a una cierta formación social, la experiencia de tantos jóvenes que provienen de medios campesinos o indígenas que llegan a una enseñanza media superior después del esfuerzo de varias generaciones y descubren que tras haber pasado por esa enseñanza han quedado atrapados en una situación de doble conciencia.
“Ya no pertenezco por completo al lugar en el que nací, a mi espacio familiar, al espacio de mi primera socialización y al mismo tiempo tampoco perteneceré nunca por completo a este espacio letrado que me dio acogida porque siempre cargaré con marcas que se vinculan a mi color de piel, a una manera de entonar el español, a una manera de utilizar las tecnologías letradas”.
“Esa sensación de siempre esforzarme para encajar en un mundo que no está hecho para mí y en el cual nunca podré encajar por completo es una situación que se escucha una y otra vez en reuniones con maestros de las normales rurales, con promotores culturales comunitarios, con mediadores y promotores de lectura, con bibliotecarios, porque se vincula a una problemática que no está cerrada y sigue siendo nuestra”, concluyó.