Cuentos de Alejandra Costamagna

Cuentos de Alejandra Costamagna

Son dos historias inquietantes que contrastan la maldad e inocencia

Cuentos de Alejandra Costamagna
Son dos historias inquietantes que contrastan la maldad e inocencia

Atravieso el umbral de la puerta de la librería y veo al jovencito, rosado y regordete, juntar los ejemplares de los libros nuevos de cuentos y ponerlos sobre una mesita. Compro, por recomendación suya, un libro de la chilena Alejandra Costamagna.

Leo con avidez el  texto llamado “La epidemia de Traiguén”, que trata de Victoria Melis, enamorada como loca de Santiago Bueno desde el primer día como su empleada.

Bueno la corre después de algunas noches de sexo y ella lo persigue hasta Japón, donde consigue un trabajo como niñera. Un día encuentra a Santiago acompañado por una nipona. Lo persigue y deja en el automóvil cerrado a Faustino, de 10 meses, quien muere por asfixia.

Sueño que camino por las calles de Japón. Los letreros fluorescentes que están en ideogramas me deslumbran. Pasa a mi lado una mujer fuera de sí y camino tras de ella, me resulta conocida, es Victoria Melis, la del cuento de Costamagna, quien observa con odio a una pareja: ella, una guapa japonesa; él, más bien insignificante.

Los “enamorados” entran a un hotel y Victoria se queda sin expresión, viéndolos por una de sus ventanas. Después de algunas horas se va y yo me meto a un restaurante.

Pido algo de comer. Me traen un plato blanco con un bebé moviéndose como una lombriz rosa, el mesero vierte sobre la criatura un cucharón grande con un caldo hirviendo; veo a la criatura moverse y emitir unos chillidos ahogados como de cerdo. Es Faustino derritiéndose.

Me como al chiquito a cucharadas; es tan suave y dulce y lloro cuando me saco de la lengua un pequeño dedito apenas cocinado.

Lo veo todo desde el restaurante.

Victoria Melis regresa con un cuchillo en las manos y entra al hotel.

Media hora después llegan dos  ambulancias.

Despierto.

En “Cuadrar las cosas”, una mujer desde su casa redonda ha decidido construirse un hijo, la operación es complicada porque tiene que cortarse la cabeza. Entre sus sesos hay una criatura bien formada que saca y coloca entre sus brazos. Pero después ya no puede pegarse la cabeza.

Los vecinos tratan de ayudarla de diferentes maneras y resulta imposible. Deciden meter al bebé en el cerebro de su madre, sólo así la mujer está completa de nuevo. Con las ideas ya acomodadas.

Los dos niños de los cuentos aquí narrados vivieron apenas un suspiro y después fueron desaparecidos de nuevo en estuches, el primero en uno de cristal y hierro (coche), el segundo en uno de huesos y viscosidades (cerebro). Alejandra Costamagna es una escritora a seguir. Inquieta su forma directa y cruel de decir las cosas.

Únicamente les ruego a todos los espíritus guardianes del sueño que no me hagan comer un bebé más, han estado deliciosos, pero la culpa me persigue, los chillidos ya son insoportables, el sueño regresa cada noche como castigo a Prometeo. Costamagna, A. (2016). Imposible salir de la tierra. Almadía.

Compartir: