En su discurso “La enseñanza en el Colegio de Ciencias y Humanidades”, Alfonso Bernal Sahagún (1928-2013) sintetizó la manera en que conceptualizaba el Modelo Educativo de este bachillerato universitario y destacaba la importancia de solucionar problemas sociales y económicos en México a partir de la formación integral de los estudiantes que egresaban de la secundaria y llegaban al nuevo sistema universitario. Así, imaginó la forma en que cada alumno debe actuar dentro del CCH, que debe ser muy “consciente de que la producción científica, literaria y humanística es muy basta”.
Este testimonio de Bernal Sahagún, primer coordinador de la institución –cuya gestión se llevó a cabo de 1971 a 1973–, puede leerse en el libro Presente vivo en el Colegio, de Héctor Baca y publicado en 2020 bajo el sello del CCH UNAM en su colección Medio Siglo.
En su presentación, este volumen –publicado en el marco del 50 aniversario del Colegio–, manifiesta claramente su propósito: esta reunión de entrevistas “trata de recordar a esas voces que alguna vez tuvieron un sueño hoy convertido en una institución, en un Colegio, en esa realidad que ha cobijado el proyecto de los profesionistas del futuro”.
Los primeros años
Otro de los coordinadores del CCH es Manuel Pérez Rocha, quien fungió como coordinador de la institución en 1973. Su punto de vista al respecto de este medio siglo de vida del Colegio combina entusiasmo y desazón. El proyecto, afirma el ingeniero civil, “buscaba romper con el pobre esquema de una universidad centrada en la formación de profesionales, con una orientación positivista, del fraccionamiento de los conocimientos y una separación entre ciencias y humanidades. En principio, la idea se pensó para toda la Universidad, pero sólo quedó en un proyecto de bachillerato”.
Luego llegó el reconocido académico Henrique González Casanova (1924-2004), quien fungió como encargado del CCH entre 1973 y 1974. El profesor emérito de la UNAM, además de ensayista, narrador, traductor y periodista, siempre fue considerado el verdadero ideólogo del Colegio. González Casanova fue un reconocido educador de generaciones de profesores, investigadores y profesionales de las ciencias de la comunicación.
De 1974 a 1977, la coordinación fue encabezada por el politólogo Fernando Pérez Correa, quien considera que “el CCH es fundamental para la educación previa a la licenciatura. Durante sus años de existencia, los egresados han logrado seguir estudiando en la Universidad, ya que tienen una formación sólida y multidisciplinaria. Por esta razón, la institución debe continuar dialogando con todas las ciencias y mantener las puertas abiertas para los profesores e investigadores universitarios”.
David Pantoja Morán fue coordinador del Colegio en dos gestiones. La primera de 1977 a 1982, y la segunda de 1993 a 1995. Para el doctor en Derecho, hoy el Colegio es muy distinto al que le tocó liderar. “Es una escuela diferente que ha avanzado, evolucionado y se ha adaptado a la realidad en México, o que ha intentado a hacerlo. La realidad de hoy no es la de los años 70, aunque mantiene una serie de retos importantes. Por ejemplo, insistimos en la matrícula, en la tecnología, en la profesionalización o, mejor dicho en la especialización”.
En 1982 llegó Javier Palencia Gómez a la coordinación. Su gestión terminó en 1986. El académico era considerado dentro del ámbito universitario como un renovador de la educación que se distinguió siempre como un docente entusiasta.
La historia lo inscribió como el primer profesor del Colegio en ser designado por el rector de la UNAM para impulsar el proyecto educativo del CCH. Con dicho nombramiento, se reconoció la madurez y el compromiso asumidos por la planta académica del bachillerato joven. Falleció en 2003.
Posteriormente llegó Darvelio Castaño Asmitia, de 1986 a 1987. Ganador de la Medalla Gabino Barreda por haber obtenido el mayor promedio del doctorado en Psicología de la UNAM, fue catedrático, investigador y asesor; además ocupó distintos puestos en la Facultad de Psicología, de la que fue director de 1981 a 1985. Castaño falleció en 2015.
En el convulso 1988, el ingeniero Alfonso López Tapia asumió la coordinación del CCH, cargo que dejó en 1993. Arrancó su gestión reconociendo la necesidad de cambiar significativamente la triste realidad de entonces: una institución con su profesorado partido, con magros resultados académicos y un brutal índice de ausentismo. “Así, empezamos a trabajar, no necesariamente en el Modelo Educativo, sino en la urgente necesidad de establecer condiciones políticas y administrativas que permitieran un trabajo académico eficaz y armónico”, recuerda el egresado de la Facultad de Química.
Pasado el tiempo y contando ya con mejores condiciones académicas y políticas en el Colegio, rememora, “se establecieron las bases para iniciar desde finales de 1991, pero más sólidamente desde principios de 1992, el proceso de revisión del plan de estudios del CCH, de nueva cuenta mediante una amplia y entusiasta participación de su profesorado, el cual concluyó el 11 de julio de 1996, con la aprobación por parte del Consejo Académico del Bachillerato, del nuevo plan y de los nuevos programas de estudios”.
En 1995 llegó Jorge González Teyssier, cuyo ciclo al frente de la coordinación del CCH concluyó en 1998. Conocido como un académico pragmático, crítico y dotado de un sentido del orden, dispuesto a provocar nuevas ideas, al maestro en Sociología le tocó admitir que el Colegio necesitaba una profunda revisión de su modelo y su esquema de trabajo. “Profunda y no cosmética, lo cual tuvimos que hacer en medio de una intensa movilización estudiantil y magisterial. Sin embargo, tuvimos que reconocer algo muy duro: que no podíamos pasar de cuatro turnos a dos sin reducir la matrícula. Y cuando se tuvo que aceptar públicamente que íbamos a disminuir casi en siete mil alumnos el nuevo ingreso... no gustó a los activistas, porque estábamos limitando oportunidades de educación al pueblo. Pero no había otra forma para trabajar más holgada y ordenadamente”.
La era de los directores generales
José de Jesús Bazán Levy, cuya gestión comenzó en 1998 y concluyó en 2006, fue el primer académico en asumir como director general del CCH. La era de los coordinadores había terminado. Para el profesor emérito, el Colegio “es un proyecto inacabado e imperfecto que está en constante evolución”. Este proyecto, dice, nació con las mejores intenciones, pero hoy necesita una revisión global para incluir aquellos conocimientos que se han producido en los últimos años, que debe retomar a las aportaciones digitales que pueden realizar los profesores, mediante la dinámica en el salón de clase”.
En 2006 llegó Rito Terán Olguín a la dirección general del CCH y dejó el cargo en 2010. Para este experimentado economista un aspecto que puede destacarse del Modelo Educativo del Colegio es que se ha ofrecido a los estudiantes mucha libertad y la posibilidad de construir una carrera. Libertad entendida como un diseño propio, o la construcción de un diseño para delimitar, poco a poco, la carrera que escogerían, muy de la mano de la propia vocación que el joven iba descubriendo”.
Lucía Laura Muñoz Corona se convirtió en la primera mujer en tomar las riendas del CCH. Asumió en 2010 y terminó su gestión en 2014. Para la profesora e investigadora, el Modelo Educativo del Colegio mantiene la posibilidad de que el alumno se vuelva sujeto de su propio aprendizaje. Sin embargo, considera que sus programas “aún requieren de actualizaciones y mejoras en la docencia”.
El periodo 2014-2018 lo cubrió Jesús Salinas Herrera. El físico-matemático ha señalado que, para innovar en la educación, se necesita de un sentido autocrítico al momento de la práctica y acompañarse de un proceso de actualización y de una exploración persistente en el ámbito de la investigación educativa, semilla que se encuentra en el origen del Modelo Educativo del CCH”.
Al relevo llegó el actual director general de la institución, Benjamín Barajas Sánchez, quien considera que “casi todas las teorías actuales del conocimiento, aplicadas a la didáctica, coinciden en que nuestro Modelo Educativo es el que mejor se ha adaptado al avance de las ciencias, la tecnología y la comunicación en las redes sociales. En su origen, el Colegio rechazó el enciclopedismo y optó por la investigación selectiva, a través de temas específicos delimitados por los alumnos, en fuentes documentales, de campo y laboratorio”.