La relación entre el ejercicio físico y la frecuencia cardíaca es un principio fundamental para comprender cómo el cuerpo responde al esfuerzo físico.
La frecuencia cardíaca se define como el número de latidos del corazón por minuto y es un indicador importante del nivel de intensidad del ejercicio y esfuerzo cardiovascular.
Cuando se realiza ejercicio físico, la demanda de oxígeno y nutrientes en los músculos aumenta, lo que requiere de un mayor suministro de sangre.
Para satisfacer esta demanda, el corazón late más rápido, lo que se traduce en un aumento de la frecuencia cardíaca.
La relación entre el ejercicio y la frecuencia cardíaca es bastante directa; a medida de que aumenta la intensidad del ejercicio físico, generalmente también lo hace la frecuencia cardíaca.
Existen diferentes zonas de frecuencia cardíaca que se utilizan para guiar el entrenamiento deportivo.
La primera es la zona de reposo, que se define como el número de latidos por minuto en un estado de descanso completo.
La zona de calentamiento es un rango de frecuencia cardíaca ligeramente superior al de reposo. Se utiliza al comienzo de un entrenamiento para preparar el cuerpo para el esfuerzo físico.
En cuanto a la zona de quema de grasa, se considera que entrenar así ayuda a quemar un mayor porcentaje de calorías provenientes de las grasas. Esta zona está, por lo general, entre el 60 y el 70 por ciento de la frecuencia cardíaca máxima.
La zona de entrenamiento aeróbico es aquella donde el cuerpo está trabajando lo suficientemente fuerte como para mejorar la capacidad aeróbica y cardiovascular. Suele estar entre el 70 y el 80 por ciento de la frecuencia cardíaca máxima.
Cuando hablamos de la zona de umbral anaeróbica, nos referimos a que el cuerpo comienza a depender más de las fuentes de energía anaeróbica. Está alrededor del 80 y 90 por ciento de la frecuencia cardíaca máxima.
Por último, la zona máxima es el rango de frecuencia cardíaca máximo; generalmente, está por encima del 90 por ciento. El ejercicio físico en esta zona es intenso y no se puede mantener durante largos periodos.
CUIDADO Y VIGILANCIA
Monitorear y comprender el funcionamiento de la frecuencia cardíaca durante el ejercicio físico permite ajustar la intensidad para alcanzar objetivos específicos, ya sea mejorar la resistencia cardiovascular, quemar grasa o mejorar el rendimiento atlético.
Sin embargo, es importante recordar que la frecuencia cardíaca óptima puede variar según la edad, la condición física y otros factores individuales.
Existen varios métodos para tomar la frecuencia cardíaca (número de latidos del corazón por minuto).
Entre los más comunes está el tomar el pulso en la muñeca (arteria radial). Esto se logra al ubicar el pulso en la parte interna de la muñeca, justo debajo del pulgar; después, se procede a colocar dos dedos (generalmente el índice y el medio) sobre la arteria radial y contar el número de pulsaciones durante 15 segundos. Por último, hay que multiplicar por cuatro para obtener la frecuencia cardíaca por minuto.
Otro método es tomar el pulso en el cuello (arteria carótida). Para ello, se debe localizar la arteria carótida en el lado del cuello, justo al lado de la tráquea. Después, colocar dos dedos (generalmente el índice y el medio) sobre la arteria, contar las pulsaciones durante 15 segundos y multiplicar por cuatro para obtener la frecuencia cardíaca por minuto.
También se pueden utilizar monitores de frecuencia cardíaca, como relojes inteligentes, pulseras de actividad física o monitores de frecuencia cardíaca. En este grupo se suma el electrocardiograma, un método que proporciona una medición más precisa y detallada de la actividad eléctrica del corazón.
Por último, están las aplicaciones para dispositivos móviles que utilizan la cámara del teléfono celular para medir la frecuencia cardíaca.
El ejercicio físico practicado de manera regular tiene varios efectos positivos en la frecuencia cardíaca y en el sistema cardiovascular en general.
Algunas maneras en que el ejercicio físico mejora la frecuencia cardíaca son: fortalecimiento del corazón, aumento de la eficiencia cardiovascular, mayor volumen sistólico, mejora del sistema nervioso central y reducción de la presión arterial.
Es importante destacar que la respuesta del corazón al ejercicio físico puede variar según la intensidad y el volumen, así como la condición física individual.
Referencias de consulta
Servicio Unidad de prevención cardiovascular y medicina del deporte, Fundación Cardioinfantil-Instituto de Cardiología, Bogotá, Colombia. Disponible en: https://www.elsevier.es/es-revista-revista-colombiana-cardiologia-203-articulo-utilidad-practica-monitorizacion-frecuencia-cardiaca-S012056331830086X