La temática de la violencia va desde la risa al desconcierto

De Flavio González Mello

La temática de la violencia va desde la risa al desconcierto

De Flavio González Mello
La temática de la violencia va desde la risa al desconcierto

No hay duda de que es una sorpresa encontrar en el teatro institucional, en estos momentos, una puesta en escena que coordine tan bien todos sus elementos y que, además, resalte su texto dramático –no como una excusa ni un mal necesario; opinión que parece han asumido varios directores en las últimas décadas–, sino como un elemento que posee su propio arte, como era de cotidiano en las grandes épocas del teatro.

La negociación, de Flavio González Mello, y dirigida por él mismo, es una obra que posee varios méritos en todo el sentido de la escenificación. Uno que nos ha llamado la atención indiscutiblemente es la precisión de su construcción dramática: una que funciona en todo momento y hasta el final.

En apariencia, la obra tiene como tópico la violencia social, pero tal como el sistema de construcción dramática que este texto posee, nada es lo que parece.

Esto es contrario al cliché que ha contagiado a muchas producciones teatrales y cinematográficas de nuestro país de los últimos años, las cuales tocan el asunto de la violencia en su más cruda expresión. En la obra de González Mello se pasa por el asombro, la preocupación, la risa y el desconcierto.

Cuando se ilumina el escenario, Pepe y Lore se han reunido, después de pasado tiempo de su divorcio, para unir sus voluntades con un solo objetivo: recuperar a su hijo Emilio, quien ha sido secuestrado.

Para ello, deciden llamar a un negociador, supuestamente conocido por un contacto de Lore, quien pasó por una situación idéntica. El ingeniero Ríos, El Botas, guiará a la expareja en todo el proceso de interacción con los secuestradores.

El problema es que, a cada momento, tanto Lore como Pepe sacarán a relucir sus rencores del pasado, mismos que nos harán pensar que lo que menos importante para estos dos padres es la seguridad del hijo.

El planteamiento, per se, ya nos pone de manifiesto el énfasis que tendrá la obra: la anécdota; es decir, qué sucede, y en qué momento será más importante que el cómo. Por lo mismo, este tipo de planteamientos aguardan una sorpresa.

El mérito técnico del dramaturgo es que en pleno dominio del género que decidió abordar, a cada peldaño de la trama nos espera una muy dosificada sorpresa, misma que irá en aumento hasta el final.

Por la naturaleza de este tipo de obras, no se puede decir mucho de su historia sin que se corra el riesgo de arruinarla, es decir, son “spoileables”.

Lo cierto es que esto no es, ni por asomo, un defecto sino una necesidad técnica: no saber el final, en una obra de estilo idealista, nos ayuda a que el último de los descubrimientos que aguarda su trama tenga mayor impacto.

Así sucede en La negociación, porque en los últimos instantes de la puesta en escena se nos revela algo asombroso, que estaba sembrado en los primeros momentos, y que –al saberlo– encuentra explicación de varios detalles en el desarrollo. Uno muy importante, el comportamiento de sus personajes.

No queremos decir más. Esperamos con muchas ganas que esta obra pueda tener más funciones de las que, en el momento en que se escribe este texto, tendrá en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, una muy corta temporada que terminará el 1 de julio.

Lo que sí podemos mencionar es que la actuación de Mariana Gajá es refrescante y precisa, pues está en equilibrio en un texto que le demanda ciertas tonalidades de la angustia, del frenesí y, junto con una muy armonizada actuación de Moisés Arizmendi, refleja la vida de una pareja después de la decadencia.

Enoc Leaño, en plena concordancia con sus compañeros actores, nos ofrece uno de los más complejos sistemas que implica la actuación: hacer reír sin complacer. De hecho, es uno de los muchos méritos de la dirección de la puesta.

La escenografía e iluminación de Jorge Kuri, exactas, como siempre, y una muy grata sensación la que logra el diseño sonoro de Daniel Hidalgo.

Finalmente, vale decir que la obra fue ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia “Víctor Hugo Rascón Banda” 2017, pero que, en nuestra opinión, no se le compara con el merecido reconocimiento que le ha dado su público con sus aplausos.

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