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En la época que nos ha tocado vivir, se han intensificado las incertidumbres respecto a las verdades que creíamos establecidas y esto no sólo se refiere al plano de las doctrinas y las religiones, sino que también se ha minado el ámbito de las ciencias, donde ha prosperado una especie de escepticismo, que descree, por ejemplo, de la forma esférica del planeta o de la efectividad de las vacunas; en amplios sectores del país vecino del norte, se cultiva la “cienciología”, que en principio desdeña la teoría de la evolución de Darwin y opta por el “diseño inteligente” del género humano.

En este contexto, y en virtud de que estos movimientos no son tan inofensivos como podrían parecer, ya que sus prédicas han influido directa o indirectamente en los decesos de miles de estadounidenses, bien vale la pena repensar y reafirmar la importancia de las ciencias, del método científico y, desde luego, de las matemáticas, pues son medios poderosos para comprender la realidad y transformarla, pero, sobre todo, para tener una visión razonada del mundo.

Los efectos de la actual pandemia no sólo se han dejado sentir en la pérdida irreparable de vidas humanas, también han tenido un costo elevado en el  ámbito afectivo de la gente y, especialmente, en los menores de edad porque, en su caso, los procesos de socialización y de interacción con los demás son fundamentales para su salud física y emocional.

Cuestiones como las anteriores no las deben ignorar quienes se dedican a la enseñanza de educación básica y media superior, pues en este sector la formación es igual o más importante que la información, de ahí la necesidad de hacer un balance de los aciertos y las zonas de oportunidad para continuar con nuestra noble tarea docente, al servicio de los jóvenes.

Por ello, es importante un foro como éste, Reflexiones sobre Educación Matemática en el nivel medio superior, en el cual se reconoce que “la educación matemática se entiende como el conocimiento matemático que posee una persona y el uso correcto que hace de él en situaciones cotidianas o en circunstancias en las que debe tomar decisiones”, y también se menciona que este saber no ha sido bien asimilado por los jóvenes, según los exámenes de medición que se han aplicado —y seguramente se habrá estancado por causa de la pandemia—; de ahí la necesidad “de analizar las circunstancias del aprendizaje de las matemáticas en entornos presenciales y virtuales y debatir sobre cómo fomentar, en los estudiantes, una mejor educación matemática”.

Y, por fortuna, en esta jornada, los ejes temáticos de reflexión parten de los tres principios pedagógicos del Modelo Educativo del Colegio: aprender a ser, aprender a hacer y aprender a aprender, los cuales permiten construir un conocimiento que sirva para resolver problemas de la vida real, para aprender a argumentar y razonar y, acaso, para desterrar las supercherías que se propagan en las redes sociales.

Me parece un gran acierto considerar que los principios de Modelo Educativo del CCH deben guiar la enseñanza y el aprendizaje de las matemáticas, y creo que éste sería un buen punto de partida para que los jóvenes le pierdan el miedo a esta materia, la vinculen con su entorno social y cotidiano, e incluso, que la puedan disfrutar. 

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