Fantasmas bajo la luz eléctrica

De libros y literatura…

Fantasmas bajo la luz eléctrica, caleidoscopio de seres y sombras

De libros y literatura…
Fantasmas bajo la luz eléctrica, caleidoscopio de seres y sombras

Si la memoria es un fantasma, mejor dicho, y parafraseando al japonés Yukio Mishima, un espejo del fantasma, entonces, en todos nosotros habita un ser que se mueve a complacencia dentro y fuera, como reflejo de nuestras propias existencias. Esta referencia, tanto al espejo como a la memoria, no son gratuitas si ponemos como punto de encuentro el libro Fantasmas bajo la luz eléctrica, de Vicente Quirarte, publicado en la colección La Academia para Jóvenes, del CCH y la Academia Mexicana de la Lengua.

La columna vertebral de este conjunto de ensayos es, por una parte, el género mismo; por otra, la presencia de seres ficcionales, propios de leyendas, mitos o cuentos de terror, que cruzan por la obra de escritores como Edgar Allan Poe, Miguel de Cervantes, Horacio Quiroga, Bram Stoker o Charles Baudelaire, quienes nos llevan a otros, de manera incidental, como Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, Gilberto Owen, Octavio Paz y José Juan Tablada, escritores que son del ánimo lector de Quirarte. 

La puerta de entrada a este libro es una escena tétrica, si la ve el ojo cinematográfico, y literaria, si la observa el ojo lector: Edgar Allan Poe (1808-1849) está en su cuarto, a media luz de las velas, escribiendo (¿qué escribe?). En este espacio, ya sea desde el filme o el ensayo, un elemento se hace fundamental: la luz, sea por falta de ella, como ocurría en la época en que vivió Poe, o por los costos que tenía desde la parafina de las velas o el petróleo para encender las lámparas.

Esta referencia a la luz cobra relevancia en estos ensayos, pues es a través de este elemento (que bien puede ser calor, transparencia o iluminación) que el autor emprende una serie de disertaciones por dos siglos de escritura en claroscuros.

Cinco estaciones componen este libro: “Puerta de entrada”, “Por entre nosotros”, “Metamorfosis del lobo”, “Para contar historias de fantasmas” y “Vampiros de esta lengua”. Como decía al inicio, la memoria juega un papel relevante en estos textos, pues se tejen y destejen lecturas, contrapuntos, anécdotas, espacios, todos ellos a la luz de la mente del ensayista (y memorioso) Quirarte. ¿Y qué otra cosa es la memoria sino nuestra propia luz y sombra?

Una pregunta emerge de los ensayos: ¿qué es lo siniestro?, ¿qué es monstruoso? En respuesta a lo primero, Sigmund Freud decía que lo siniestro se distingue de lo doméstico, entonces se cifra la idea de lo imprevisible e imposible; a lo segundo, Arthur Machen, el enigmático escritor inglés de ciencia ficción y terror, autor de El gran dios pan, decía que incluso en la belleza se encuentra el horror: si una rosa, por ejemplo, nos hablara, el hecho de su voz nos causaría un sobresalto (pues el lenguaje no es dado a las flores).

Concatenando la idea de las flores monstruosas, en Fantasmas bajo la luz eléctrica, Quirarte realiza un contrapunto entre aquellos monstruos, especies y seres mitológicos con los nacidos de la tradición mexicana; por ejemplo, el hombre lobo, del cual el poeta francés François Villon (quien escribió la célebre Balada de los ahorcados) decía que sólo sale al bosque cuando tiene hambre, tiene su símil en nuestras raíces con el nahual, quien realiza un viaje quimérico sólo cuando quiere cazar. 

En la misma sintonía de la comparación, en este caso no odiosa, el diálogo que entablan la figura del vampiro y Don Juan -ya la había advertido en algún momento Fabio Morábito- es significativo: el hecho de que cada uno necesita de la juventud para seguir vivo, para mantenerse en activo, uno con la sangre, otro con las jóvenes, ambos son siniestramente encantadores; son, a su manera, la imagen del incipiente asesino serial.

Estas puestas en escena, cuya luz está en el proscenio de los ensayos de Vicente Quirarte, son un caleidoscopio de seres, figuras, perfiles, sombras; todo evidenciado por los reflectores de la memoria y la lectura crítica del escritor mexicano.

Este volumen resulta de especial atractivo para los lectores bachilleres, pues en él se reúnen la fantasía, el morbo, la secrecía del misterio que envuelve al terror y el espanto; además de ser una muestra de un ensayo accesible.

Escrito con la solvencia de quien ya ha controlado el ritmo del género, quien comienza un recorrido por diversas literaturas, lo que promueve la intertextualidad que viene muy bien a los noveles lectores para ir tejiendo puentes entre las diversas literaturas que acompañan y coexisten con el subgénero del terror. 

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