planteles

Crea libertad y responsabilidad

Entablan una charla entre cuatro generaciones

Crea libertad y responsabilidad
Entablan una charla entre cuatro generaciones

El segundo conversatorio Viaje a la memoria a 50 años de la creación del CCH reunió a los investigadores y académicos César Salazar López, Brenda Cabral Vargas, Federico Nájera Febles y Walter Arellano Hobelsberger, quienes recordaron su paso por distintos planteles del Colegio de Ciencias y Humanidades durante las décadas de los años ochenta y noventa del siglo pasado.

Durante el diálogo intergeneracional, que se llevó a cabo a distancia, se evocaron los ambientes políticos característicos de cada época, los aprendizajes que adquirieron, las emociones de pertenecer a este sistema de bachillerato universitario y la amplia gama de actividades que desarrollaron durante su estancia académica.

“Entrar al CCH significó mucho. Estar en el tercer turno me dio la oportunidad de leer en la biblioteca, hacer tareas, asistir a ciclos de cine, de poesía, lecturas de libros, de actividades científicas y estudiar una Opción Técnica. El CCH te da una gran libertad, pero también una gran responsabilidad”, afirmó César Salazar López, integrante del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM.

En su adolescencia surgió el movimiento zapatista de 1994. Recordó cómo, en medio de ese contexto político nacional, diversos trabajadores asistían al plantel Oriente del CCH a pedir apoyo ante la desaparición de la Ruta 100, un sistema de transporte público de la Ciudad de México.

Ahí tuvo la oportunidad de ir al Reclusorio Oriente, junto con maestros y compañeros, a platicar con los líderes de aquella protesta de conductores de autobuses.

“Los profesores nos pedían leer los periódicos, actividad que hasta la fecha realizo; se daban discusiones impresionantes. El sistema basado en aprender a aprender es de las mejores cosas que me dejó el CCH. La inquietud por seguir aprendiendo, tener grandes amigos y la posibilidad de movilidad social”, rememora.

En su oportunidad, Brenda Cabral Vargas, coordinadora del Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras, recordó el ansia de recibir los resultados que la llevarían al plantel Azcapotzalco, generación 1984.

Ella perteneció al tercer turno, un horario que le permitía estudiar idiomas, participar en actividades culturales, leer, encantarse por la historia y aprender a buscar información, práctica que ha sido esencial en su vida profesional.

“En el CCH se trataba de ayudar a las comunidades que pedían ayuda. Me tocó el terremoto de 1985 y entonces viví de cerca la organización y la respuesta de los cecehacheros, de llevar víveres o incluso de que algunos alojaran en sus casas a damnificados. Era ver de manera directa la manera de ayudar, éramos muy solidarios. El CCH me permitió aprender a aprender y adquirir conocimiento por cuenta propia, a ejercer la crítica, a ser protagonista de mi propio aprendizaje; sin duda, es un modelo pedagógico que permite construir sociedades democráticas e incluyentes”.

Por su parte, Federico Nájera Febles, subdirector del Museo de la Luz, relató que hace poco más de tres décadas recibió el tan anhelado “sobre chico” de aceptación al plantel Sur, en el turno uno, generación 1990.

El contenido de ese sobre representaba “el primer boleto a la Universidad Nacional” y, desde luego, la cercanía con el campus central. Pronto descubriría que el tiempo disponible fuera de clase le iba a permitir una participación permanente en actividades culturales y deportivas.

“Recuerdo que en los años noventa había mucho boteo y acopio de víveres para diferentes causas sociales. En particular, me tocó el movimiento de protesta ante la posibilidad de subir las cuotas en la Universidad, así como la visita de varios candidatos presidenciales a Ciudad Universitaria, y todo lo que ello implicaba. Era un ambiente de pensamiento crítico que propiciaba una atención constante a los problemas de la sociedad. El CCH fue un parteaguas, fue el inicio de la autogestión. Los maestros utilizaban el conocimiento para estimular a diversas acciones, incluso leer más. Estoy agradecido de ser cecehachero, ese paso me dejó grandes conocimientos en mi formación”.

Al final del conversatorio virtual tomó la palabra Walter Arellano Hobelsberger, que hoy se desempeña como magistrado de circuito en materia civil, perteneció a la generación 1979 del plantel Sur, tercer turno.

Su ingreso al CCH “fue impactante desde un inicio, ya que el profesor no estaba en un podio, sino al mismo nivel que los estudiantes. Era un ambiente de libertad y responsabilidad y se generaba una conciencia social. Ahí, en esa etapa de mi vida académica, aprendí la importancia de leer”.

Fue una época social tranquila, refiere. Sin embargo, “se hacían planteamientos de luchas sociales, se daban los inicios de la defensa de la mujer; ahí tuve el primer contacto de la lucha hacia la igualdad femenina. Desde ahí soy plenamente feminista. El CCH me dejó el sentido humano y social, así como el compromiso de los maestros. Se trata de una gran huella, de una marca que durará por toda mi vida”.

Compartir: