Valoran el diálogo y la argumentación

De la palabra a la razón

Más que palabras, hay una convicción ética que motiva a escuchar

De la palabra a la razón
Más que palabras, hay una convicción ética que motiva a escuchar

Al participar en la Jornada de Filosofía Práctica del Colegio, el profesor Carlos Alberto Vargas Pacheco habló sobre el ejercicio del diálogo como una actividad que comienza con el lenguaje y las palabras, pero que no se agota en ellas, pues en Filosofía, se orienta hacia una convicción ética que motiva a querer escuchar y dialogar con los demás.

En su conferencia “Diálogo y Argumentación en Filosofía”, el docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM explicó que este ejercicio del diálogo ha de tener como fundamento una convicción del cuidado propio en pos del cuidado ajeno, es decir, cuidar con rigor lo que se plantea, lo que se dice y argumenta; preocuparse porque el otro reciba adecuadamente el mensaje y que haya una clara comprensión de éste.

Ya desde los orígenes, los humanos se vincularon mediante el lenguaje, pero fue la disciplina de la Filosofía la que ha procurado orientarlo con una convicción ética, señaló el especialista, tras remarcar que diálogo y argumentación es mucho más que las puras palabras, escapa al logos, entendido como verbalización, y en eso también se cifra la enseñanza.

Para el profesor de las materias de Metafísica e Historia de la Filosofía, ambos componentes son parte fundamental de la disciplina, no es casualidad que en la tradición occidental, específicamente en los procesos de transmisión de contenidos y teorías, la gran mayoría comiencen por la lógica y la argumentación. 

Puso como ejemplo a los estoicos antiguos, quienes plantearon un protoplan para el estudio de la disciplina, el cual estaba basado en la lógica, la física (comprensión de los principios del Universo) y su concreción en la ética;  se trataba, explicó, de adiestrar el logos, comprender la realidad y los principios, y después orientar el comportamiento en pos de una armonía.  

Un segundo momento lo estelariza Severino Boecio, en los últimos momentos de la antigüedad, en el siglo VI, el pensador tradujo al latín Las categorías de Aristóteles y la Isagoge (introducción), de Porfirio, que refiere que la lógica “vieja” será la introducción al quehacer filosófico de la antigüedad.

La Filosofía para los griegos, recordó, tenía una característica peculiar: el ejercicio de la dialéctica, cuyo fundador fue Zenón de Elea, discípulo de Parménides, él desarrolló el arte de la argumentación, donde el logos (la capacidad lingüística) construye una ilación que permite representar, de la manera más adecuada posible, lo que ocurre en el entorno.

El arte de argumentar, entonces, tiene la intención de desarrollar la capacidad de hablar de aquello que no se ve y en esa medida cultivar la capacidad de otorgar razones, generar explicaciones coherentes con las cuales captamos el mundo.

Sería Sócrates quien lo dotara de un sentido y lo convirtiera en la herramienta para comprender, a través de razones, lo que nos rodea, a esto añadió poner a prueba los argumentos, con el afán de emprender, mediante preguntas, lo que verdaderamente da una explicación.

Más tarde, la dialéctica de Platón trascendió, al poner a prueba continuamente las ideas universales que organizan todo lo que aparece en el mundo, incluidas las relaciones entre personas; así, pasa de ser una herramienta de debate, a una de discernimiento, donde cada uno tiene el compromiso de captar verdadera y honestamente cómo es el mundo.

El ejercicio de discernimiento, a su vez, pone a prueba aquello que percibimos, nos parece, conjeturamos o debiera ser. De esta manera fue como Platón llevó la dialéctica a un plano mayúsculo, concluyó.

Compartir: