Teatro Isla de Próspero se encuentra de manteles largos, pues el pasado 28 de noviembre concluyó el ciclo de presentaciones de su primera producción presencial Las luces desaparecidas en el plantel Azcapotzalco.
Este montaje no pudo tener un mejor escenario para cerrar, pues el auditorio fue muy receptivo y respondió con un caluroso aplauso al concluir la cuarta obra que compone esta tetralogía. En ediciones pasadas se ha hablado de cada una de las obras que integran esta puesta, pero ahora queremos presentar a quienes detrás del telón y que hacen esto posible.
Olivia Barrera es la directora artística de Teatro Isla de Próspero, ella fue quien se propuso hacer una compañía de teatro cuya misión fuera realizar “teatro desde y para la comunidad”.
Barrera, quien es licenciada en Literatura Dramática y Teatro, con una maestría en Dirección Escénica y un doctorado en Teatro Español Contemporáneo, trabaja como responsable del Programa de Fomento, Estudio y Difusión del Teatro, convencida de que el consumo y la producción de teatro incide muy significativamente en la preparación de la comunidad estudiantil del Colegio.
Esta es la razón por la que buscó conformar una compañía de teatro dentro del Colegio que permitiera crear puestas en escena que hablaran a la comunidad.
Entre sus pretensiones está la idea de que el público del CCH reciba, a través de las producciones de Teatro Isla de Próspero, obras de calidad y con temas relevantes. Así fue como imaginó que debía reunir a las comunidades docente y estudiantil en un laboratorio de teatral que sirviera como preparación para realizar montajes en nuestro contexto.
Una vez que se reunieron quienes integran la compañía, la selección de la obra a representar se dio de forma muy natural.
A pesar de que Las luces desaparecidas es una obra extensa y con muchos retos, el tema les pareció profundamente compatible y pertinente para nuestra comunidad.
Esta obra fue escrita por el profesor Juan Alberto Alejos, miembro fundador de Teatro Isla de Próspero. Alejos es dramaturgo egresado también de la licenciatura en Literatura Dramática y Teatro y se ha desarrollado como actor, director, asesor y -desde luego- escribiendo obras de teatro.
En esta producción tuvo a su cargo también el rol de director de dos de las obras que forman la tetralogía, haciendo un trabajo que deleitó al público y en el que quedó en evidencia que su comprensión del texto, así como las imágenes que ya había desarrollado desde la dramaturgia, atravesaron a los intérpretes y deleitaron al público.
Una vez que arrancaron los ensayos de esta tetralogía, el profesor Ricardo Cruz se unió en al equipo creativo y también de intérpretes. Cruz también es licenciado del Colegio de Literatura Dramática y Teatro, con especialidad en actuación y dramaturgia.
Aunque en un principio las fechas de trabajo de la compañía no eran compatibles con su proceso de admisión e inscripción a la maestría en Pedagogía Teatral, en la Escuela Nacional de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (ENAT-INBA) de la que ahora forma parte, pudo integrarse como intérprete en una de las obras, así como en las áreas de dirección y co-producción junto con la profesora Barrera.
El otro de los directores fue Octavio Barreda, quien ha desarrollado más de 15 montajes dentro del Colegio y también se especializa en dramaturgia.
El equipo también estuvo conformado detrás del telón por el profesor Enrique Pimentel, quien se desempeñó como asistente de producción y apoyó a la compañía hasta su estreno, ayudándoles a obtener aquellos elementos que poco a poco incorporaban en su creación escénica.
Teatro Isla de Próspero sabe que hay mucho camino por recorrer y que las cosas dentro del Colegio pueden funcionar mejor para llevar teatro a toda la comunidad.
Sin embargo, con éste, su primer montaje, ha demostrado que es posible hacer una colaboración interplanteles cuando la meta es acercar al estudiantado a una actividad que sabe que le favorece, que incide en su formación y despierta pasión en sus integrantes.