Tercer Seminario de Prácticas de Género

Tercer Seminario de Prácticas de Género

Sugieren cambio de actitudes por parte de los educadores

Tercer Seminario de Prácticas de Género
Sugieren cambio de actitudes por parte de los educadores

Incorporar los derechos humanos a la práctica educativa y a la vida cotidiana, como alternativa para contribuir al respeto y la promoción de una cultura de la legalidad, y participar en la construcción de la vida democrática. Ese fue el propósito de la videoconferencia “Derechos Humanos y Educación para la Paz”, dirigida a profesores y alumnos del CCH e impartida por Elia Guadalupe Alcaraz.

En la actividad virtual, enmarcada en el Tercer Seminario de Prácticas de Género y en la que los participantes conocieron los componentes básicos, teóricos y prácticos de los derechos humanos, la especialista destacó que el conocimiento y la formación en derechos humanos es un imperativo de las sociedades y es fundamental su estudio para promover otras formas de relacionarnos socialmente. “La cultura de respeto a los derechos humanos tiene que permear los espacios tanto públicos como privados, donde las y los servidores públicos de nuestro país tenemos un rol protagónico en su consolidación”.

Alcaraz Cienfuegos mostró la historia de los derechos humanos, su definición y características. Resaltó que la dignidad no es un derecho humano, “sino el fundamento de los derechos y es consustancial a la persona e idéntica en todas y todos”. Asimismo, se refirió a las dimensiones de los derechos humanos (histórica, legal, ética y política), a la Comisión de los Derechos Humanos de la Ciudad de México y sus atribuciones, al artículo 1º Constitucional y a los principios de los derechos humanos: universalidad, no discriminación, progresividad y no regresión y propersona.

La especialista dijo que el tema de la violencia es tan complejo “que las personas que han estudiado este fenómeno, como Johan Galtung, hacen la analogía de un iceberg: hay comportamientos muy visibles, como golpes e insultos, que sólo son la punta, es la violencia directa, pero hay otras que son menos visibles y que también la están sustentando; estos dos tipos son la violencia cultural y la estructural”.

La violencia cultural, continuó, es cuando se legitiman comportamientos violentos desde la familia, la escuela, la cultura y la religión. “Por ejemplo: ‘yo hombre soy proveedor y tú lo tienes que asumir’. Se trata de una cuestión cultural, porque los roles así lo han establecido. La igualdad sustantiva es importante, lo que me estableció la sociedad puedo cuestionarlo y, al hacerlo, veo los orígenes de otros tipos de violencia que no se ven, pero sí me afectan”.

La violencia estructural, prosiguió, “son estructuras físicas y organizativas que impiden la satisfacción de necesidades (supervivencia, bienestar, identidad o libertad). Un ejemplo, cuando una institución no cumple su función, porque se genera la pobreza, porque no todas las personas tienen una posibilidad de un empleo o una casa o una educación, entonces están fallando las estructuras que mueve el Estado”.

Desde la perspectiva de la educación para la paz, agregó, “vamos a determinar que la violencia es todo aquello que impide a las personas autorrealizarse como seres humanos, satisfacer sus necesidades básicas e intereses, impide el desarrollo, la democracia y la vigencia de los derechos humanos. Hablar de violencia es muy complejo. Primero necesitamos conocer sus causas, que no son tan visibles, como la cultural y la estructural, para que cuando suba a la directa, ésta disminuya”.

La maestra en Orientación y Desarrollo Humano por la Universidad Iberoamericana señaló que las llamadas “masculinidades diversas” pueden contrastar con la violencia cultural, porque en ese caso ya se utiliza la igualdad, “ya no hay una ventaja, un privilegio, un abuso, porque los roles que están establecidos por la sociedad no son justos. Todas y todos necesitamos trabajar en estas violencias que no son tan visibles, para entrar a la cultura de paz”.

Este último concepto, detalló, fue definido por la Asamblea de la ONU en la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, aprobada en 1999, como “un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados en el respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación”. 

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