Esta depende del objetivo esencial, es decir, a dónde se quiere llegar en escena

Estructura brechtiana

Esta depende del objetivo esencial, es decir, a dónde se quiere llegar en escena

Estructura brechtiana
Esta depende del objetivo esencial, es decir, a dónde se quiere llegar en escena

Hemos hablado, últimamente, de algunos montajes profesionales que están en cartelera, así como de los que se han presentado en nuestros planteles, todos ellos muy variados.

Aunque esta variedad nos permite percibir la pluralidad de visiones que poseen nuestros alumnos y profesores, nos damos cuenta —con mayor ahínco— de que cada uno, con sus propios recursos y conocimientos, hace uso de los mismos elementos que requiere el teatro: actores que lo interpreten, la figura del director, elementos escenográficos, tiempo de ensayos y un texto dramático. Este último, claro está, no sería en absoluto dramático si no fuera por su estructura.

La estructura lo es todo. Más allá de que otorga los cimientos necesarios para que algo se sostenga, una estructura depende de otro factor que la genera: el objetivo esencial, es decir, ese punto a dónde se quiere llegar, que se quiere alcanzar y que ordena todos los elementos de lo estructurado.

Pensemos, por ejemplo, en un lápiz: conformado por un diseño poliédrico que se sostenga con los dedos, dentro del cual se encuentra una mina de grafito que puede ser extraída gradualmente de una de sus puntas, y rematado, en la otra, por una goma.

Toda esta estructura, sencilla pero eficaz, tiene la finalidad de que las personas podamos escribir, dibujar o marcar con esta herramienta.

El texto dramático también posee su estructura, la cual puede ser tan variada como las formas de ver la vida que tenemos los seres humanos.

La peculiaridad es que, así como el artesano busca las mejores herramientas para lograr un objetivo concreto en su material, el dramaturgo también va añadiendo y limpiando hasta alcanzar lo que

—en su ser creativo— necesita expresar.

Por ejemplo, decíamos la vez pasada que El alma buena de Sezuán, del dramaturgo alemán, Bertolt Brecht, posee finalidades sociales.

 ¿Cuáles, en concreto? Una lectura analítica nos hace resaltar una cosa: hay un desarrollo amplio en el que logramos ver cómo actúa Shen-Te, pues lo hace a través de dos polos: la “bondad” (una que se convierte en maleabilidad, ser manipulable y permisiva) y la “maldad” (ésta, a ojos de los demás, pues en realidad se trata de una conducta que pone límites y sabe sacar ventaja de las situaciones problemáticas de su sociedad).

Brecht parece recomendarnos —a todas luces— la conducta del primo: uno que sabe defenderse. Sin embargo, para Shen-Te y para los dioses, quienes dieron la orden de “ser buenos”, la conducta de este alter ego es deleznable.

No hay que perder de vista que este primo es la mismísima Shen-Te.

Como era de esperarse —y Brecht espera que lleguemos a ese punto— esta situación alcanzará un límite insoportable para su protagonista. Shen-Te, embarazada y escondida tras su disfraz, no puede más.

Ante las acusaciones —ella como Shui-Ta, el alter ego— de haber desaparecido a su prima, decide revelar su identidad en un juicio y el porqué de haber operado de esta manera.

“La orden que un día me disteis, ser buena y seguir viviendo, me desgarró como el rayo en dos mitades. No sé cómo ocurrió, pero no pude al mismo tiempo ser buena para los demás y para conmigo”.

La sensación a la que Brecht nos invita es muy clara: Shen-Te no tendría por qué ser enjuiciada, no es culpable de ningún delito cometido a su pueblo, al contrario, ha sido éste quien ha sacado provecho de la única persona con algo de piedad por los otros.

Lamentablemente, no es tan sencillo, pues también fuimos testigos de que ser bueno —para Shen-Te— se tradujo en permitirlo todo.

Los dioses, quienes la están juzgando, no saben cómo resolver esta situación y la abandonan, en medio de este pueblo voraz, con una canción frívola.

La acotación añade: “Mientras, Shen-Te, desesperada, tiende los brazos hacia ellos...”

Brecht, en esta obra, eligió una estructura parabólica, pues en su final se hallaba el secreto de su origen: “Amado público, busca tú un buen final”, añade el Epílogo.

Bertolt Brecht ya nos recomendó uno. Claro que ese camino significaría, para algunos, no ser una buena persona, pero ¿se puede ser?

Compartir: