De autora anónima, la historia es la confesión de una infancia quebrada

Diario de un incesto

De autora anónima, la historia es la confesión de una infancia quebrada

Diario de un incesto
De autora anónima, la historia es la confesión de una infancia quebrada

Diario de un incesto es un título que por sí sólo vende, no necesita una estrategia de publicidad que lo promocione o le dé el visto bueno o requiera de una campaña para tener un atractivo en el mercado, sea por interés, por morbo o lo que se quiera, el nombre llama a la lectura. Además, los editores decidieron una portada negra, de luto (humano, acaso) para este libro, cuya autora quiso mantener el anonimato.

El inicio de este libro juega entre el placer y el pecado:

 

La última vez que lo hice con mi padre fue en la isla, cuando tenía veintiún años. Pasé la semana en la casa de veraneo con mi padre y mi hermano, que acababa de cumplir los diecinueve. Hacía un montón de años que no pasábamos juntos una semana, no había compartido mucho tiempo con mi padre desde que me había ido de casa a los diecisiete. Era la residencia de veraneo de nuestra familia. Una construcción blanca de postigos azules junto al mar. Con la bandera estadounidense en la vieja asta, cerca de la puerta delantera blanca. Se había construido unos cien años atrás y mis abuelos la habían comparado en la década de los sesenta.

 […]

Yo lo deseaba a él. Ya no era una niña. Ni siquiera una adolescente. Era una mujer hecha y derecha.

Mi cuerpo era el de una mujer.

 

El tema del incesto es tabú no sólo para la civilización judeocristiana, sino también para las de Oriente y Medio Oriente. Poco se habla de ello, pero en la mitología griega se transita con mucha tranquilidad, de ahí los mitos de Electra y Edipo. Después, con cierta crudeza, el psicoanálisis lo retomó e hizo de él parte neuronal de sus teorías. En la literatura Shakespeare lo toma como base para entramar sus conflictos personales, donde la envidia, la venganza y el odio giran en torno a las relaciones entre familiares.

Lo que cuenta la autora de estas páginas escapa del erotismo y el tabú, pues afronta una realidad más grave: la violación.

 

[…] Mi padre también se había convertido en un objeto sexual para mí. Lo cosificaba como él me cosificaba a mí misma para él. Nunca mencionamos una palabra de lo que sucedió aquella noche. […] Nunca nos besamos. Aquella noche no nos besamos, como tampoco nos besábamos cuando era adolescente, o cuando tenía once, diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro o tres.

Nunca me metió la lengua en la boca.

 

Como resulta evidente, más allá de la pulsión corporal, lo que se gestó en la relación entre padre e hija, desde el inicio, fue una violación, sin decir “fui violada”, la protagonista, con la sutileza del beso, dice que sus labios jamás se tocaron durante ninguno de sus encuentros, ocurridos desde que ella tenía 3 años.

Rape, palabra breve en inglés, como el instante en que acontece. Palabra que ronda, como una anguila invisible por este Diario de un incesto, y que pareciera que no es el centro de la obra, no es el descubrimiento de la protagonista, no es el hecho que condena, no es la cadena que acorrala, no es el espacio de indefensión. La violación, al parecer para la autora, fue la inercia, fue la teoría, fue un asunto social. Sí, no cabe duda, el padre abusó de una niña menor de edad, sí, ese padre que fisuró una esencia, sí, ese padre que ultrajó un cuerpo, la seguridad, la intimidad, que rompió con el amor fraterno para volverlo carnal.

A lo largo de esta historia, sin ornatos, ni llantos, ni juicios, sino una narración llana, oral, con la inteligencia de quien mira de lejos el horizonte y es capaz de distinguir los distintos colores rojos del cielo. La mujer que transita estas páginas, una vez lejos del padre, comenzó a tener relaciones sexuales con diversos hombres, en bares, conocidos, gente del servicio. Se casó, se divorció. Y la mirada, aguzada, el nervio óptico de quien observa con detalle y detenimiento, y que es capaz de decir verdades, diría, mitológicas:

 

El sexo es el centro de todo. Si lo practicas, es el centro. Si no lo haces, también es el centro.

 

Otro elemento crucial dentro de la trama es la familia: irremediable. La relación con la madre se vuelve conflictiva; con el hermano, dependiente; con los abuelos, distante. Cada uno y una, cuando conocen el hecho, afrontan una diferente posición: de juicio, de culpa, de victimización. Pero es a ella, la mujer que fue amenazada por las noches y los días, a quien dejan en la desprotección, incluso amenazan con llevarla al psiquiátrico.

Considero que Diario de un incesto es un libro que los alumnos y profesores del Colegio de Ciencias y Humanidades pueden tomar como lectura en sus talleres de Psicopedagogía para escuchar y entender sobre temas complejos, y valorar lo importante que es poder confiar y charlar con alguien que pueda orientar en casos como estos.

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