La violencia en el noviazgo “es un problema social que atenta contra los derechos humanos”, es decir, contra la dignidad e integridad de las personas; también es un asunto de salud pública, pues tiene implicaciones en la salud mental y física de quienes la sufren, señaló Irene Regina Casique Rodríguez, del Centro Regional de Investigación Multidisciplinaria (CRIM), de la UNAM.
Durante la conferencia virtual “Violencia en el noviazgo”, organizada dentro del marco por el 25N por la Secretaría de Programas Institucionales del CCH, mencionó que esta cuestión, “desafortunadamente, es una experiencia relativamente común entre los jóvenes”.
Casique Rodríguez expuso qué es el noviazgo de manera general: supone una relación afectiva e íntima entre dos personas, usualmente jóvenes, que se sienten mutuamente atraídas física y mentalmente y que, sin cohabitar, buscan compartir sus experiencias de vida.
Sobre la prevalencia de la violencia en el noviazgo, informó que un hallazgo consistente en las investigaciones sobre el tema es que hombres y mujeres adolescentes la ejercen por igual, por lo que el problema debe ser observado de manera integral.
Sin embargo, las consecuencias negativas son mayores para las mujeres que para los hombres, dado que las mujeres reportan con más frecuencia ser víctimas de violencia severa y los hombres de violencia moderada.
Los tres tipos de violencia principales que se presentan son emocional, física y sexual. Dentro de los indicadores de tipo emocional se encuentran: criticar la manea de ser o vestir; no dejan tener amigos o amigas; no están de acuerdo con el trabajo que se desempeña; no quieren que salgas con tu familia, o es una persona agradable y simpática con los demás, pero diferente al estar contigo.
En tanto, en los indicadores de violencia sexual destacan: tocamientos sin consentimiento; amenazas de terminar sin no hay relaciones sexuales; oposición a usar condón u otros métodos anticonceptivos; enviar o mostrar pornografía sin consentimiento; difundir imágenes intimas sin consentimiento y forzar relaciones sexuales.
La especialista explicó que entre los factores que favorecen esta práctica están ser testigo de violencia en el hogar; tener un historial de comportamiento agresivo; baja autoestima; creer que está bien usar amenazas o violencia para lograr objetivos o para expresar frustraciones o enojo; no saber controlar el enojo; estar deprimidos o ansiosos; tener dificultades de aprendizaje; uso de alcohol o drogas; inmadurez, y estereotipos de género y machismo.
Le aconsejó a las y los jóvenes que se encuentran en este problema “reconocer que no es una situación normal, que no es su culpa y no merecen ser tratadas o tratados de esa manera, ser conscientes de que el agresor no va a cambiar por sí solo, ni tampoco lo puedo cambiar; que requieren de apoyo profesional”; así como platicar la situación de violencia a personas de confianza y pedir apoyo profesional psicológico, legal o social para salir de problema.
Es importante prestarle una atención para prevenirla y eliminar este tipo de violencia, ya que cualquier “situación de violencia que se experimenta durante la infancia y adolescencia, puede tener efectos negativos no solo en la vida de los jóvenes sino también en sus vidas adultas”.