En una rica tertulia derivó el Maratón de Poesía Mexicana, coordinado por el Departamento de Difusión Cultural del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), en el que estudiantes y profesores de los planteles Azcapotzalco y Oriente dieron voz a un sinfín de autores mexicanos de diferentes épocas, estilos y sensibilidades.
Cristina Arroyo Estrada, del Departamento de Apoyo Académico de Difusión Cultural del CCH, dio la bienvenida a los participantes a la sesión en la que confluyeron las letras de destacados exponentes de la literatura mexicana como Juan Tablada, Amado Nervo, Pita Amor, Jaime Sabines, Eduardo Lizalde y Octavio Paz.
Para Astrid Michelle Ochoa fue un honor leer a su poeta favorito, chileno de nacimiento, mexicano por adopción: Pablo Neruda.
México, de mar a mar te viví, traspasado/por tu férreo color, trepando montes/sobre los que aparecen monasterios/llenos de espinas,/el ruido venenoso/de la ciudad, los dientes solapados/del pululante poetiso, y sobre/ las hojas de los muertos y las gradas/que construyó el silencio irreductible, /como muñones de un amor leproso,/el esplendor mojado de las ruinas.
El profesor Javier Ruiz Reynoso, del área de TLRIID, expresó su gusto por compartir este breve pero intenso momento de lectura y poesía mexicana y en honor a nuestra Independencia eligió a José Juan Tablada (1871-1945), poeta que practicó narrativa, dramaturgia y ensayo, autor de “El Figón”, sobre la gastronomía poblana.
¡Alegría, alegría/del jarro de horchata y el vaso de chía!
¡Alegría de las pechugas/de los pollos, dorados/entre verdes lechugas!
Alegría de los pulques curados,/verdes, como la savia y almendrados,/y teñidos con tuna solferina…
Laura López Durán leyó un fragmento de Mi primer beso, de Amado Nervo (1870-1919).
Yo ya me despedía.... y palpitante/cerca mi labio de tus labios rojos,/«Hasta mañana», susurraste;/yo te miré a los ojos un instante/y tú cerraste sin pensar los ojos/y te di el primer beso: alcé la frente/ iluminado por mi dicha cierta.
Ingrid Vianey Moreno leyó “Presencia”, de José Emilio Pacheco (1939-2014), que eligió por sentirse identificada.
¿Qué va a quedar de mí cuando me muera/ sino esta llave ilesa de agonía,/estas pocas palabras con que el día/dejó cenizas de su sombra fiera?
Liseth Cruz leyó de “Los niños mártires de Chapultepec”, de Amado Nervo.
Como renuevos cuyos aliños/Un viento helado marchita en flor,/así cayeron los héroes niños/ante las balas del invasor.
Montserrat Rosales escogió “No sirve de otro modo”, de Eduardo Lizalde.
No importa que sea falso:/cuando tú quieras verme unos minutos/vive conmigo para siempre./Cuando simplemente quieras/hacer bien el amor/entrégate a mi cuerpo/como si fuera el tuyo/desde el principio.
Litzayaja Ríos eligió “Vi en el espejo”, de Pita Amor (1918-2000).
Vi en el espejo un personaje raro/un pájaro de sombras taciturno,/del polaco Chopin, oí un nocturno/y vendí mi reloj a un viejo avaro...
Maude Díaz eligió a Jaime Sabines (1926-1999) con “Espero curarme de ti”.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?/ No es mucho, ni es poco, es bastante./En una semana se puede reunir todas las palabras de amor/que se han pronunciado sobre la tierra/ y se les puede prender fuego./Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado./Y también el silencio. Porque las mejores palabras de amor/están entre dos gentes que no se dicen nada.
Otras lecturas fueron: “Los adioses”, de Rosario Castellanos; “Entre irse y quedarse”, de Paz; “Un sueño”, de Manuel Acuña; “Amor”, de Salvador Novo; “Absoluto amor”, de Efraín Huerta, y “Amor empieza por desasosiego”, de sor Juana Inés de la Cruz, entre otros.