Arte contemporáneo y modernismo

Arte contemporáneo y modernismo

Papel del espectador; visión sobre el artista, entre sus asimetrías

Arte contemporáneo y modernismo
Papel del espectador; visión sobre el artista, entre sus asimetrías

La filósofa Juliane Rebentisch sitúa el origen del arte contemporáneo en tres posibles fechas emblemáticas: 1945, 1965 y 1989. 1945 representa el fin de la Segunda Guerra Mundial y la crisis de la idea de progreso; 1965 remite a una serie de objetos, acciones y performances que comenzaron a renovar los lenguajes artísticos, y 1989 representa no sólo la caída del muro de Berlín, sino también el inicio de la globalización y el arte global.

Más allá de las fechas y las razones para justificarlas, el arte contemporáneo tiene tres elementos de distanciamiento con el modernismo: la concepción sobre el espectador, la visión sobre el papel del artista, las temáticas y los recursos creativos.

El arte contemporáneo modifica la concepción del arte que presuponía el modernismo. No es gratuito que Georg Gadamer vea en el arte contemporáneo una necesidad de replantear la justificación del arte.

Clement Greenberg situaba el modernismo en las postrimerías del Siglo XIX, con las escuelas del impresionismo y el posimpresionismo, y en un periodo de 50 años del Siglo XX, con las vanguardias como el expresionismo, el cubismo y el surrealismo, entre otros.

El arte contemporáneo rompe formalmente con el modernismo porque modifica la concepción del espectador. Las obras modernistas estaban elaboradas para la contemplación estética y obedecían a ciertos criterios de gusto. El espectador limitaba su actividad al goce estético y la obra tenía un significado cerrado.

El espectador de arte contemporáneo deja de ser pasivo (si es que lo era) para reflexionar sobre la propuesta del artista que ha de complementarse con su participación e interpretación.

Las artes visuales se distancian de la concepción del artista modernista, quien era visto como el creador que ejecutaba una obra, elegía un tema, resolvía problemas formales de composición, color, texturas y aportaba el deleite estético de seguir con la mirada sus pinceladas, trazos o líneas.

Sin embargo, si el artista ya no interviene en la producción material de la obra, entonces ¿qué es lo que hace? Para dar respuesta, tendremos que regresar a la obra de Marcel Duchamp, de quien se desprende una de las influencias del arte contemporáneo.

El artista dadaísta cuestionaba la subordinación de la creatividad artística para satisfacer el gusto o interés de los compradores de arte. Se propuso hacer un experimento y tomó un mingitorio en desuso, lo firmó con el pseudónimo R. Mutt, lo envío a un salón de exposiciones con el título La fuente.

Esta acción no sólo fue rechazada, sino también dejó muchas cosas qué pensar a diversos historiadores y críticos de arte. No era un objeto cotidiano, su sentido o significado había cambiado gracias a su contexto.

Marcel Duchamp no quería que sus ready-mades fueran obras de arte, pero muchos años después se retomó la idea para hacer instalaciones y performances con nuevas formas de significar el ready-mades, como lo hizo en México de forma creativa, ingeniosa y meticulosa Melquiades Herrera.. 

También diversos artistas vieron en el arte contemporáneo la posibilidad de cuestionar la mercantilización del arte, proponer una crítica cultural y social al evidenciar problemas como el racismo, el sexismo, el cambio climático, la inmigración, los problemas de asilo político, el maltrato a los animales y la escasez del agua, entre muchos otros temas.

Lo más problemático es la originalidad de lo contemporáneo y la veracidad de su momento. Hoy no es posible firmar mingitorios, ni “ejecutar” 4’ 33’’, de John Cage, sin ser vistos como copistas. ¿Será que el ready-made tiene un aura peculiar?

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