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Intentamos “objetivar” preocupaciones

Desear o no desear beber agua no pone ni quita a sus propiedades

Intentamos “objetivar” preocupaciones
Desear o no desear beber agua no pone ni quita a sus propiedades

El proyectivismo es una teoría de metaética que sostiene que no hay realidades morales y que nuestros juicios morales son proyecciones de nuestros deseos.

El argumento principal de J. L. Mackie, filósofo defensor del proyectivismo, consiste en tratar de justificar que solemos proyectar consideraciones subjetivas como si fueran propiedades reales; intentamos “objetivar” nuestras preocupaciones y propósitos, confiriéndoles una autoridad independiente de nuestra vida mental.

Mackie llama a todo esto la “teoría del error”, que consiste en creer que los valores tienen algo objetivamente descriptivo, pero se trata de pretensiones falsas.

Su propuesta es que el valor no depende del objeto sino del deseo, de modo que valoramos algo porque lo deseamos y el “error” consiste en creer que lo deseamos porque tiene un valor intrínseco. Este argumento pretende desafiar al realismo moral.

Entre muchos argumentos a favor del realismo moral podemos citar la discusión en torno al dilema de Eutifrón, planteado por Platón.

El argumento de Mackie puede reconstruirse de la siguiente forma:

 

1) Hacemos que el deseo dependa de la bondad en vez de que la bondad dependa del deseo.

2) La cosa deseada ha de poseer rasgos que la hagan deseable.

3) Los rasgos deseables no son independientes de un deseo que ya se tenía presente. Por lo tanto, es fácil confundir el hecho de que el carácter deseable sea realmente objetivo y que la cosa tenga valor objetivo.

 

Algunas teorías anteriores y posteriores al planteamiento de John Leslie Mackie pueden ayudarnos a entender cuál es el supuesto que asume en su argumento.

En primer lugar, algunos filósofos pueden aceptar que la bondad dependa del deseo, pero al profundizar sobre los distintos tipos de deseos y sus respectivas caracterizaciones de deseabilidad, se puede llegar a la conclusión de que la deseabilidad puede depender de consideraciones racionales y de la apreciación de los hechos, por lo cual, contrario a lo que propone Mackie, se puede aceptar la premisa (1).

Dicho coloquialmente, “algunas veces deseamos lo que necesitamos y nuestros deseos no provocan esa necesidad”; a esto lo llamaré deseo motivado por una necesidad (DN): el deseo es provocado por una necesidad y no por un estado mental.

De modo, necesitamos algo que es independiente de los estados mentales, por ejemplo, beber agua.

 

POSIBLE CONFUSIÓN ENTRE “DESEABILIDAD” Y “DESEO”

En segundo lugar, Mackie muestra que solemos creer que la “cosa deseada” tiene propiedades independientes de nuestra vida mental, pero él sostiene que esta tesis es falsa debido a (3).

En la premisa (3), el filósofo australiano supone que lo deseable es deseable porque es adecuado para satisfacer un deseo que ya se tenía presente, por lo tanto, la caracterización de deseabilidad depende de que el agente en cuestión tenga ese “deseo”.

Aquí hay una posible confusión entre “deseabilidad” y “deseo” que pudiera ser criticable desde la teoría de Mark Platts. No obstante, por ahora no me detendré en ello.

Si sigo el paralelo de lo que argumento, objetaría la premisa (3) y diría que DN es independiente de nuestros deseos (reales o efectivos).

Supongamos que aceptamos (3). Bien podríamos decir que el valor del objeto de deseo dependería de dos tipos de deseos: uno vinculado con el placer y el dolor (a), y otro, un deseo instrumental (b); por ejemplo, deseamos beber agua porque es placentero (a), o bien, deseamos beber agua porque deseamos sobrevivir (b).

Ahora bien, si aceptamos la premisa (1), podemos decir que algo puede ser considerado valioso porque es deseable, pero si pretendemos objetar (3), tenemos que probar que “algo puede ser deseable” por sí mismo, independientemente de que tengamos un deseo que cause su valor.

Para decirlo en términos más estrictos, la premisa (1) es verdadera, si probamos que “algo es deseable, si y sólo si, ese algo tiene relación con algún deseo que ya se tiene presente”. Esta es la tesis más problemática tanto de defender como de cuestionar.

Supongamos que es cierto y en los deseos DN hay un deseo que motiva a otro deseo, de modo que, si llegamos a desear beber agua, lo hacemos porque deseamos sobrevivir.

El deseo de beber agua es motivado por el deseo de sobrevivir, pero este deseo está fuertemente conectado con lo que conocemos de las propiedades intrínsecas del agua.

Algo similar ocurre en la formulación del Eutifrón de Platón. Si modifico las variables de la pauta planteada por Platón, me haría esta pregunta: ¿el agua es agua porque es amada [deseada] por los seres humanos o es amada [deseada] por los dioses porque es agua en sí misma?

En mi opinión, nuestra capacidad de desear y su relación con la realidad es más limitada de lo que parece, porque desear o no desear beber agua no pone ni quita nada a las propiedades del agua.

Me parece que las preguntas éticamente relevantes son: si la envidia, el desprecio, la discriminación, la honestidad, la generosidad, entre muchas acciones y sentimientos, tienen elementos intrínsecos que no sean proyecciones de nuestros deseos y, a menos que seamos completamente irracionales, me parece que tienen cierto grado de realidad y objetividad. 

*Profesor del plantel Sur.

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