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Alumnos y profesores se remontan al 12 de abril de 1971

Testimonios sobre la inauguración de actividades académicas en el CCH hace medio siglo

Alumnos y profesores se remontan al 12 de abril de 1971
Testimonios sobre la inauguración de actividades académicas en el CCH hace medio siglo

Siete de la mañana del 12 de abril de 1971. Esas son las coordenadas temporales del nacimiento académico del Colegio de Ciencias y Humanidades. En aquel momento de hace 50 años coincidieron, en una cita colectiva, 15 mil 59 estudiantes de primer ingreso, 523 nuevos docentes y 189 trabajadores, distribuidos en los tres primeros planteles en abrir sus puertas: Azcapotzalco, en la avenida Aquiles Serdán; Naucalpan, sobre avenida De los Remedios, y Vallejo, en la avenida 100 Metros. Juntos dieron arranque al primer día de clases.

Los primeros edificios de esos centros escolares habían sido levantados bajo presión y esmero por personal de obras de la Universidad Nacional y trabajadores de la construcción del entonces Departamento del Distrito Federal. El tiempo en que lograron esta proeza fue de tan sólo tres meses, de febrero a abril.

Debido a esta circunstancia, ese primer día de actividades muchos de los alumnos y docentes debieron sortear tabiques, varrillas, grava y bultos de cemento que, no obstante, brindaron una atmósfera de estreno y emoción a la situación.

Al año siguiente, el 3 de abril de 1972, 10 mil 172 alumnos de primer ingreso, 226 docentes y 136 trabajadores fundaron los planteles Oriente y Sur, completándose con ello los cinco centros educativos del CCH. Cada sede estaba conformada por cuatro unidades de aulas, construidas en seis mil 786 metros cuadrados, equipadas con 48 sillas tubulares y 24 mesas binarias, para favorecer las nuevas estrategias didácticas. También tenían dos pizarrones en cada extremo del salón y contaban con tres laboratorios con capacidad para 50 estudiantes cada uno, dos talleres, una unidad administrativa y una biblioteca para 100 usuarios.

 

Primeras impresiones

Hace 50 años, el Observatorio Astronómico Nacional de Tacubaya ya transmitía por radio, a través de la WEQK de AM, “La Hora Exacta de México”, emisión que adicionaba anuncios comerciales de tres segundos: medias, cigarrillos, comestibles, servicios y artículos para el hogar eran los productos que se anunciaban como ráfagas entre el avance del reloj. Ese servicio radiofónico, que existió en nuestro país de 1939 a 2008, fue el que seguramente usaron los primeros cecehacheros para llegar a tiempo a la apertura del nuevo bachillerato universitario.

Aquella mañana inaugural, Manuel Guerra Tejeda, Ignacio Renero Ambros y José Vitelio García Maldonado, titulares de los planteles Azcapotzalco, Naucalpan y Vallejo, respectivamente, y en compañía de sus equipos de trabajo, se ocuparon de que todo estuviera listo para que los nuevos universitarios iniciaran sus actividades. Y así, minutos antes de las siete de la mañana las puertas de los planteles se abrieron para permitir el paso a los estudiantes y profesores que conformaban el primer turno.

“El primer día de clases tenía algo de miedo, porque pensé que nos recibirían con una novatada, como ocurría en otras escuelas. Pero para mi sorpresa, todo fue diferente: todos los compañeros éramos nuevos en el CCH”, relata José Méndez Venegas, alumno de primer semestre del plantel Vallejo, quien gustaba de tocar la guitarra en su tiempo libre, habilidad y hobbie que todavía conserva. Hoy, ese joven de 1971 tiene 67 años y funge como coordinador del servicio de Psicooncología Pediátrica del Hospital Infantil Teletón de Oncología, en Querétaro.

Incluso, remata, “en el descanso, algunos profesores organizaron un convivio con comida y refrescos para darnos la bienvenida, lo que resultó muy especial para muchos de nosotros”, resaltó el hoy destacado psicólogo, quien a sus 17 años debía tomar dos camiones desde el aeropuerto para llegar al plantel Vallejo.

 

Recuerdos de los docentes

Algunos académicos del CCH se remontan medio siglo atrás, como si estuvieran ahí de nuevo, asombrados y contentos de arrancar su trayectoria docente. Hablan en presente. “Es inexplicable la emoción y compromiso que siento de ser profesora del Colegio, porque es una gran responsabilidad responder a las dudas de los alumnos. Es difícil llegar hasta acá, porque no hay camiones suficientes y porque tenemos que caminar por la terracería”, dice Piedad Solís, del plantel Naucalpan, quien, animosa, muestra sus zapatos maltratados por el polvo del camino.

“Supe, por compañeros, que por la mañana vino el rector, Pablo González Casanova, para ver cómo llegaban los alumnos, de los cuales muchos son mayores de edad, debido a que son personas que trabajan por la tarde”, explica la maestra que en 1971 tenía 30 años y recién había egresado de la Facultad de Filosofía y Letras.

En tanto, el profesor Salvador Rivera Gallegos, de 24 años, explica que llegó al plantel Vallejo después de enterarse en la Facultad de Química sobre las actividades de la Nueva Universidad y “hoy estoy aquí para impartir conocimientos basados en métodos de enseñanza prácticos e innovadores”.

Por su parte, Alberto Luis Sánchez, docente del plantel Azcapotzalco, confirma que la mayoría de los maestros que dan clases en los planteles acaban de terminar la carrera. Explica que tomó cursos de práctica docente, “porque hay que empezar a formarse con la institución, ya que se trata de un nuevo modelo, con orientaciones educativas distintas y actitudes diferentes como docentes”.

El profesor, de 24 años, agrega que otra de las cosas que le gustan del CCH es que los trabajadores participan mucho con ellos en recibir y orientar a los alumnos, quienes, por falta de información, “se quejan de no saber si pertenecen a la UNAM”.

Impresiones similares ocurrieron el 3 de abril de 1972, cuando los planteles Oriente y Sur fueron inaugurados con la presencia de los jóvenes que llegaron, en su gran mayoría, vestidos con suéteres tejidos a máquina industrial o chamarras de mezclilla pesada, camisetas y playera en diversos tonos, pantalones acampanados marca Topeka y tenis blancos o zapatos negros. En tanto, las chicas lucían suéteres ligeros de la temporada, blusas blancas o juego con las faldas y pantalones de poliéster y otros tejidos que ese año se encontraban de moda, en colores vivos y zapatos oscuros. Héctor Hernández Shauer y Aída Flores Gómez Pezuela, directores de dichos planteles, respectivamente, organizaron la bienvenida a los cuatro turnos.

“Todos llegamos poco a poco al plantel. Los más afortunados, en sus automóviles; los demás, en transporte colectivo. ‘Para todos hay lugar, no se desesperen’, decía un hombre moreno que atendía a una enorme fila que esperaba pacientemente abordar el colectivo. Al llegar a la escuela a las cinco de la tarde, los edificios aparecieron cercados por el viento y cubiertos por el polvo salitroso del lugar”, relata la maestra Esperanza Yolanda Vargas Gómez, del plantel Oriente.

Alicia Bonfil Castro, maestra del plantel Sur, destaca: “La inauguración del plantel me brinda la oportunidad de concretar varios aspectos de mi visión de vida profesional y personal, porque el proyecto del Colegio responde a las necesidades de educación que en estos momentos requiere el país”.

El presente de 1971 no se ha ido. Sigue vivo en la memoria de alumnos y profesores que hace medio siglo conformaron la primera generación de cecehacheros.

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