La deconstrucción implica ya no repetir convencionalismos

Filosofía y los usos del lenguaje

La deconstrucción implica ya no repetir convencionalismos

Filosofía y los usos del lenguaje
La deconstrucción implica ya no repetir convencionalismos

Hay dos sentidos distintos de la palabra performatividad. El primero y más común vincula performativo con “actuación”. Si se dice que el género es performativo, entonces se espera que cada persona actúe o se comporte en consecuencia con el género asignado.

Además, si los rasgos biológicos son de varón o mujer, la expectativa social es que el hombre siga cierto mandato de masculinidad y la mujer siga el de feminidad. No hay un autor o autora de estos guiones. Se trata de convencionalismos y normas culturalmente heredadas.

No obstante, para Mónica Cano, este sentido tiene el inconveniente de que nos puede hacer creer que es relativamente fácil cambiar nuestro género por el hecho de ser una actuación, lo que implica confundir ficción con realidad.

El segundo sentido de performatividad se relaciona con el lenguaje y las acciones. Imaginemos que un hombre llora o muestra debilidad y otro hombre o una mujer le ordena que no llore o le dice que debe comportarse como hombre. Ambas expresiones imperativas remiten a un mandato de masculinidad y quien las dice espera que el otro modifique su comportamiento en la realidad. 

Este segundo sentido tiene su origen en la ontología contemporánea y en las discusiones de filosofía sobre los usos del lenguaje.

J. L. Austin inició la discusión sobre lo performativo. Él mostró que no todos los enunciados son verdaderos o falsos. Si hacemos una promesa, declaramos inaugurada una exposición o emitimos una orden, tenemos la expectativa de que algo ocurrirá.

Performativo significa hacer cosas con palabras. Cuando Beauvoir decía “no se nace mujer, sino se llega a serlo” o cuando Sartre decía que “no hay una esencia que preceda a la existencia”, en algún sentido, se anticipaba la idea de performatividad.

En su teoría, Judith Butler explica la relación entre ser y hacer. Al comportarse como hombre, según el mandato de género masculino, alguien se performa como hombre, aun cuando él no haya causado ese mandato, pero también alguien puede no seguir las pautas de una masculinidad afines al patriarcado y lo relevante es que hay diferentes formas de ser hombre, sin que esto implique dejar de serlo.

Para algunos expertos, Judith Butler no se basa únicamente en el modelo de J. L. Austin, sino también en la crítica de Derrida a Austin.

Para el filósofo francés, Austin plantea condicionamientos convencionales que hay que seguir para que el performativo sea exitoso, pero no todos los performativos son exitosos.

Un performativo siempre repite un código y en cada repetición gana significado y diferencias, y lo más importante es que la repetición puede fallar debido a la respuesta que se puede recibir del destinatario.

Así, v. gr., Kant puede tener la intención de elogiar a las mujeres cuando dice que son el “sexo bello”, pero su intención no es suficiente para que el performativo sea exitoso, es decir, la descripción de “sexo bello”, con todo y la buena intención, puede ser un mandato de género y performar a las mujeres en una posición de subordinación y desigualdad, puesto que él mismo describe, en oposición, al varón como el “sexo sublime”.

Una mujer puede reprochar su “ofensa” y Kant puede no entender la ofensa. Aunque Kant como filósofo del siglo XVIII no tenía por qué saberlo, su descripción performa una forma de entender lo femenino y lo masculino.

Según Mónica Cano, la crítica de Derrida estriba en que nuestra interrelación e intersubjetividad no están exentas de que ciertas palabras performativas sean malinterpretadas o establezcan equívocos o confusiones, ya sea por el emisor o por el oyente.

La falta de intención de ofender no es suficiente para que alguien no se sienta ofendida u ofendido. Por eso es tan importante el lenguaje para Judith Butler, ya que implica que nuestro lenguaje performa el género.

Así, el complemento de la “repetición” en la performatividad posibilita cambiar las narrativas y dejar de repetir y reproducir ciertos mandatos de género. En cierto sentido, la deconstrucción implica dejar de repetir esa narrativa, así como ciertos mandatos y estereotipos de género.

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