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El marciano medía dos metros y medio

Linnl comenzó a  faltar a la casa muchas noches

El marciano medía dos metros y medio
Linnl comenzó a  faltar a la casa muchas noches

Siempre me fascinaron sus ojos amarillos y su piel morena. Era un hermoso espécimen marciano de cuerpo alargado: Mis vecinos, unos gemelos de ocho años, tomaron una foto de él en el jardín de mi casa. Yo no lo había visto hasta el extraño retrato, donde se podía ver al ser extendido y desnudo en una hoja de maguey azul; comía una ramita del naranjo.

En tres meses, el marciano medía dos metros y medio. Había devorado las plantas del jardín y vivía en un agujero enorme que él mismo había cavado.

Los vecinos se quejaban porque desaparecían parcelas completas de todo tipo de plantas en pocas horas. “Hambre insaciable y cósmica tiene este marciano vegetariano”, anoté en una libreta.

Linnl me decía constantemente que renacerían los habitantes dormidos. “Aparecerán en el océano, en los platos de comida, en la oreja de un cuyo, en la axila de una mujer blanca mármol. Se escuchará el ruido de sus pláticas, aturdirán el murmullo de sus voces”, repetía con alegría como en una canción para niños y agregaba: “Con tus ojos pardos lo verás, amor”.

El marciano se había convertido en un ser especialmente hermoso. Sus movimientos eran ágiles y sensuales. Me provocaba sueños ya olvidados.

Comencé a confundir mi piel con su piel. Me vi en otro cuerpo; en un planeta de pasto morado criando hijos y sembrando calabazas que no eran calabazas.

Había estado enamorada, muy brevemente, de un ser hermoso. Un hombre hombre lleno de dolores. Con él habíamos estado en Marte. Vimos manantiales verde claro y nos bañamos en sus aguas, que bebimos también. Durante ese viaje recolecté unas bolitas doradas para fabricarme un collar.

Traje huevos de Marte, que pasaron todos los filtros biológicos como perlas doradas. En la atmósfera de nuestro planeta atrajeron a animales de todo tipo, que las pusieron en los mejores lugares para germinar. En mi casa sólo quedó una, de la que salió Linnl.

Los ojos amarillos de Linnl estaban frente a los míos, me dio un beso profundo y me pidió matrimonio con un anillo lleno de huevos marcianos, yo me imaginaba en una pesadilla, pero acepté estar con él.

Muchas veces me levanté pensando que nuestra relación podría engendrar seres más bien extraños; pero no fue así, tuvimos bebés suaves. De la vulva me salieron pequeñas perlas de colores y pronto estuvo lleno de niños híbridos, todos conservaban la piel morena y los ojos dorados.

Linnl, de carácter afable, dße aparente naturaleza cariñosa y complaciente, comenzó a faltar a la casa muchas noches y decidió no hablar.

Había días que traía los bolsillos llenos de perlas y las ponía a germinar sobre la mesa, en el baño, en los trastes sucios. Los marcianos vivían en cada rincón; Linnl estaba poseído, sólo traía huevos, ya no me veía, dejé de existir.

Recuerdo a nuestros hijos, y a los de las otras mujeres: todos como gatos viéndome en la noche con sus ojos grandes y amarillos. “¿Cómo vamos a dejar de reproducirnos Linnl?”, dije muy asustada. “Eso ya no puede ser. Estaremos aquí hasta terminar; pero no te preocupes amor, iremos a otro planeta, engañaremos a todos, como ahora”. Y agregó con ternura inédita: “Tienes los ojos amarillos más hermosos que he visto”. 

 

Referencias:

Bradbury, R. (2022). Crónicas marcianas: Ojos amarillos. Cátedra.

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