He entrado en el universo de Kenzaburo Oé de nuevo. Su literatura me parece sensible y devastadora. La infancia se convierte en destino, sobre todo cuando es violentada y caótica. El telón de fondo son tierras entre los escombros y ruinas.
Oé siempre abre la llaga, hiere el corazón habitado de ciudades y perfora la tradición con una maliciosa teoría psicoanalítica.
La larga tradición literaria en Japón supone el arraigo en los convencionalismos sociales e imperiales de una cultura milenaria. La perfección, el estoicismo y el suicidio son elementos, podría decir, arquetípicos para los hombres de esta nación.
En el caos de Kenzaburo estas características forman parte de su imaginario y su esencia. Sus novelas, todas ellas en torno a la tragedia, parten del quiebre personal en la infancia, donde todo se ve por primera vez siempre, con ojos nuevos e incipiente emoción.
Ejemplo de lo anterior es La presa, la estupenda novela sobre el prisionero negro estadounidense en un pequeño pueblo del Japón.
En esta historia, los niños de aquel poblado de la selva nipona se asombran y maravillan de ver a un hombre de otro color de piel, les parece entre fascinante y monstruoso.
El pasmo con que descubren las dimensiones de su cuerpo es, a su manera, una iniciación sexual, el aprendizaje de las diversidades. Ese hombre/mono para ellos representó un sisma.
Cada una de sus obras, ya sean novelas, cuentos o ensayos, tienen un diálogo con la tradiciones literarias y teóricas francesa y estadounidense, pues en ellas se tratan, con la sensibilidad japonesa, temáticas políticas, sociales y filosóficas, existenciales, además de una inmarcesible necesidad por entender los conflictos causados por las armas y la energía nuclear.
Arrancad las semillas, fusilad a los niños, la primera novela del autor, nos envía a una aldea japonesa invadida por la peste y la miseria, donde es abandonado un grupo de niños que deben aprender a sobrevivir.
A la manera de El señor de las moscas, estos jóvenes conocen el amor, la sexualidad, la violencia, la corrupción y la muerte en esta travesía. Esta novela se compone de la descomposición.
Una cuestión personal, acaso la más autobiográfica, da cuenta de Bird, un joven que tiene un hijo con hidrocefalia y se debate entre el horror y el amor que le causa ese “ser” al que dio vida. Al igual que el hijo de Oé, quien padecía la misma enfermedad y autismo, en esta novela los personajes son una imagen del espejo del autor.
Autor de las novelas y ensayos Cuadernos de Hiroshima, El grito silencioso, Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura, Las aguas han invadido mi alma, Juegos contemporáneos, ¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era!, M/T y la historia de las maravillas del bosque, Cartas a los años de nostalgia, La torre de tratamiento, Un amor especial, Salto mortal, Renacimiento, entre otros.
Ganador del Premio Nobel de Literatura, Kenzaburo Oé también fue merecedor de los prestigiados galardones Akutagawa, por su cuento largo “La Presa”, en 1994; y la Legión de Honor Francesa, en 2002.
A lo largo de su vida, Oé ejerció el activismo político antiguerra, sobre todo apelando al artículo 19 de la Constitución nipona, que establecía toda acción antibélica y antiarmamentista por parte del país.
Amigo de Mao Zedong y Jean Paul Sartre, nunca dejó de protestar ante las injusticias sociales y la “nuclearización” de Japón.
Para los alumnos y alumnas de los cinco planteles del CCH sería una experiencia renovadora leer la obra de este autor.