Francisco Rafael Fernández de Miguel, investigador del Instituto de Fisiología Celular (IFC), es el creador de Experimenta, proyecto multidisciplinario cuyo propósito es introducir a profesores y estudiantes del bachillerato de la Universidad Nacional al pensamiento científico como herramienta para la vida cotidiana.
En entrevista, el investigador explicó que el diseño de este proyecto nació mientras trabajaba en la Universidad de Basilea, en Suiza, donde conoció a Itzhak Parnas, investigador en los Laboratorios Belmonte en la Universidad Hebrea de Jerusalén e iniciador de un programa para jóvenes de nivel de estudios de bachillerato.
Fernández de Miguel, egresado de la carrera de Biología en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala, cursó su maestría y doctorado en Neurociencias. De manera posterior tuvo la fortuna, dijo, de estudiar en un ambiente internacional con profesores distinguidos, entre ellos, John G. Nicholls.
“Llevé un curso con él y, con el tiempo, me invitó a su laboratorio en Suiza. A los 29 años me contrataron en la Universidad de Basilea, donde estuve tres años, conocí instituciones fabulosas y Premios Nobel. Nicholls era uno de los pilares de la neurociencia, estaba allá cuando cayó el muro de Berlín”.
El especialista afirmó que partió de México sin la posibilidad de regresar para realizar investigaciones, debido a la crisis económica durante el sexenio de Miguel de la Madrid: “no se contrataba a nadie para hacer ciencia ni en la UNAM (…) Carlos Salinas de Gortari, en 1988, reestructuró el Conacyt, se generó un programa de repatriación y se consiguieron recursos para la Universidad”. Más adelante, comentó, el IFC quería tener un ala de investigadores fisiólogos, por lo que lo invitaron a regresar con la experiencia científica y de haber colaborado con Itzhak Parnas.
Origen en el CCH
El especialista señaló que los trabajos que dieron forma a Experimenta iniciaron en 2002: “el primer paso fue entrevistarme con los directores de los sistemas de bachillerato de la UNAM. Desde el inicio tuvimos la aceptación y el valiosísimo apoyo del CCH. A la propuesta de iniciar con laboratorios de biología, física y química, se sumó la de añadir las matemáticas debido a que ambos lo consideraban un apoyo esencial para los estudiantes y profesores dado el nivel tan bajo con que llegaban los estudiantes”.
Más adelante, explicó, “empezamos a funcionar y queríamos incluir a las Matemáticas y se nos ocurrió un buen proyecto: resolviendo problemas de la vida cotidiana, en una serie de cuatro horas. Yo entré a todos los laboratorios como alumno, para sufrirlo y probarlo, y me di cuenta que sí funcionaba como una manera de enfrentar las matemáticas con variables, tiempo y eficiencia, al preparar un desayuno”.
Experiencia científica
“Más que conocimiento, transferimos experiencia. Me platicaban al principio que los alumnos no aprendieron de ondas, sin embargo, no venían a eso; venían a aprender a pensar, a aplicar una estructura de pensamiento científico”, resaltó el investigador.
En el desarrollo de Experimenta, aseguró que el Colegio de Ciencias y Humanidades ha tenido un papel muy importante: “vaya que hemos trabajado para él, ha sido un proyecto formidable, una visión de los 70 muy adelantada. Don Pablo González Casanova tenía una gran visión”.
Además, el profesor, que ha impartido clases en Bolivia, Brasil, España y Ucrania, expresó su interés para que este programa se replique a nivel nacional con el apoyo del gobierno federal, “pero creo que la única manera de que funcione es que se convierta un proyecto universitario (…) una de las cosas que planeamos mucho, es que para masificarlo tenía que ser barato y lo hemos logrado”.
Por último, agregó: “espero que los jóvenes encuentren en este proyecto una herramienta, que la asimilen como tal y que pronto lo juntemos con las artes, porque ahí viene el pensamiento abstracto y necesitamos saber balancear los dos en nuestra vida cotidiana para tomar decisiones; para apreciar el arte no nos sirve el pensamiento concreto”.
Me platicaban al principio que los alumnos no aprendieron de ondas, sin embargo, no venían a eso; venían a aprender a pensar”.
Espero que los jóvenes encuentren en este proyecto una herramienta, que la asimilen como tal y que pronto lo juntemos con las artes”.
Francisco Rafael Fernández de Miguel
Investigador del Instituto de Fisiología Celular