TragediaSófocles

Perfeccionó el género de la tragedia

El dramaturgo era un gran observador de la psicología humana

Perfeccionó el género de la tragedia
El dramaturgo era un gran observador de la psicología humana

Uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos al leer una obra del teatro clásico griego es superar la lectura historicista y cultural de la misma.

Pareciera que, por tratarse de una obra de antaño, se tuviera que tomar una clase de historia cuando, en realidad, si hablamos de un autor teatral como Sófocles, que conoce los recursos de su oficio, más bien se nos invita a hacer una lectura visceral.

Es verdad que Sófocles conocía a su pueblo y que escribió a partir de su mitología tal como sus contemporáneos, pero al hacerlo escribiría para los seres humanos de todos los tiempos.

Dar por sentado el material anecdótico de sus obras teatrales, de conocimiento popular -como más tarde lo haría Shakespeare- le permitiría centrar su atención en otras zonas más importantes para él: el carácter, en primer lugar.

Aun cuando en su tiempo no se conocía el término como en nuestros días, Sófocles era un gran observador de la psicología humana: los deseos, pasiones, incertidumbres, momentos de desesperación y formas de pensar fueron prioridad en su escritura, ya que -nos demuestra su planteamiento dramático- es el carácter humano el origen de muchos de sus padecimientos.

“Nunca pondré fin a mis sufrimientos y habrá un sinnúmero de lamentaciones”, exclama Electra, como una auto-condena, cuando se le pide que recapacite sobre su actitud.

Pese a que tiene motivos para lamentarse -el asesinato de su padre a manos de su madre- no es conveniente que grite a todos los vientos que desea asesinar a su progenitora, Clitemnestra, y a su amante, Egisto, gobernantes de Micenas.

En Electra, Sófocles nos desenvuelve, como por capas, el comportamiento de su protagonista y resalta hasta qué punto puede llegar un razonamiento trastocado, uno que culminará en dos sangrientos asesinatos: “en las desgracias es forzoso, incluso, practicar el mal”, susurra Electra.

Por otro lado, resaltar el carácter de sus personajes, uno que deja bastante definido en pocas líneas, es parte de un plan mayor del dramaturgo ateniense: expresar un tema.

Es complicado hablar de los temas que interesan a un artista en la totalidad de su obra, pero podemos aventurarnos a decir que a Sófocles le interesaba uno sobre todos los demás: la relación de los seres humanos con las divinidades.

He aquí el primer elemento que el autor exige le prestemos atención: que la divinidad no es una antigua creencia de su pueblo (un principio moral), sino que la comprendamos como una especie de fuerza presente en todas las cosas, una ley inamovible “… ¡de las que Olimpo es el único padre y ninguna naturaleza mortal de los hombres engendró, ni nunca el olvido las hará reposar!”.

Hablamos de un principio universal, pues su funcionamiento es tan verdadero como el de la electricidad, de tal modo que si uno “toca cosas que son intocables en una insensata acción, ¿qué hombre, en tales circunstancias, se jactará aún de rechazar de su alma las flechas de los dioses?”, concluye el coro en Edipo rey.

Esta Ley no es otra que la que hace que los objetos se sientan atraídos al suelo, o la que produce el incendio en el árbol tocado por el rayo, y su relación con los humanos implica -sobre todas sus ilusiones y expectativas- una sola actitud de su parte: la adaptación.

Es el constante llamado que nos está haciendo el planteamiento del autor: dejar de lado nuestras particulares creencias que inducen nuestras conductas, unas que, como la de Creonte, pueden ser desfavorables en determinados momentos, pues lo conveniente siempre será entregarse al mayor regalo que tenemos los mortales: la reflexión.

“La cordura es con mucho el primer paso de la felicidad”, declara el Corifeo en Antígona, después de que quedó muy claro que las muertes de Antígona, Hemón y Eurídice pudieron haberse evitado.

Sin importar que los apasionados llamen cobardes a personas como Ismene o Crisótemis, siempre la invitación de Sófocles será la de considerar el mecanismo inquebrantable de estas fuerzas y, antes que contrariarlo, estar en armonía con él.

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