El “experto” no debe expresarse en términos de “me gustó” o “no”

Diálogo con la puesta en escena

El “experto” no debe expresarse en términos de “me gustó” o “no”

Diálogo con la puesta en escena
El “experto” no debe expresarse en términos de “me gustó” o “no”

El arte tiene distintos tipos de destinatarios. Cuando un artista hace alguna obra de arte pretende entrar en contacto con grupos específicos. A veces, la obra puede ser muy cerrada y, en consecuencia, ser apreciada en su totalidad por un número reducido de espectadores o lectores, según sea el caso. Hay obras más abiertas que pueden establecer comunicación con grupos más amplios. La capacidad comunicante del arte no es la que le da valor a la pieza.

Aunque a veces no nos guste, en ocasiones no contamos con el contexto para comprender la obra en cuestión y eso no demerita el valor de una pieza. Es evidente que una obra no nos va a gustar si no la entendemos y ése es un riesgo que el artista toma cuando crea. Es decir, sabrá que entre más cerrado sea el grupo al que le está hablando, más rechazo generará su pieza entre quienes no están en condiciones de entenderla.

Sin embargo, entre los grupos de espectadores de danza, cine, teatro, música o entre los lectores de los distintos géneros literarios, incluso entre aquellos especialistas en pintura, dibujo o escultura existe la figura del crítico, quien, a diferencia del espectador o destinatario común, cuenta con las herramientas para entablar diálogos con las obras de su disciplina.

En el arte dramático se tiene la errónea idea de que el crítico va a recomendar ver –o no– una obra de teatro y que su trabajo se reduce a decir que la obra es “muy buena”, argumentando el porqué de su veredicto, o bien, dándonos las razones por las que “es mejor no acercarnos a esa obra”. Esta percepción se ha difundido sobre todo porque los medios impresos han estado interesados en hacer este tipo de recomendaciones a sus lectores y, en consecuencia, se las solicitaban a sus críticos. Sin embargo, la crítica no se debe basar en los gustos personales. Si a un crítico no le gustan los musicales, por ejemplo, sería injusto que demeritara el trabajo artístico de todos los musicales, únicamente porque no es un lenguaje que le guste o interese.

El crítico debe ser un experto que se dirige al espectáculo teatral a trabajar, es decir, a dialogar con la puesta en escena. Una crítica no se supone que debe ahorrarnos el tiempo de ver algo que no está bien o de forzarnos a ver algo que sí lo está, sino a interpretar el diálogo del artista. Y es que el gusto es algo tan subjetivo, que siempre habrá detractores de las obras más gustadas y viceversa. Lo que la crítica seria debe proponerse es dialogar con la obra, hablar de lo que es, de cómo funciona y de lo que logra.

Si lo pensamos, ver en video una obra de teatro que se produjo hace, digamos, veinte o treinta años, resulta obsoleto y aburrido en nuestra época. Esto se debe a que el lenguaje teatral cambia con el tiempo y lo que causó una reacción en el pasado, hoy, y en otro medio, provoca una respuesta distinta. Al ser el teatro un arte efímero, la crítica teatral es la encargada de encapsular en el tiempo la respuesta que tuvo un trabajo en particular con su contexto. De alguna manera, la crítica es la única herramienta que tiene el teatro para guardar su historia. Esto siempre que quien la escribe sepa dialogar con lo que ve y sea, además, experta/o en el tema.

El problema de la crítica teatral contemporánea es que entre sus practicantes existen quienes entran al teatro con un gafete que les acredita como críticos, pero que no están dispuestos a trabajar como tales y se limitan a hablar de lo que les gusta o no, sin intentar desmenuzar aquello que posiblemente no entienden. Hace poco leía una “crítica” de una de las obras que más he disfrutado este año. Ésta describía momentos de la puesta en escena de forma muy desarticulada, como haciéndole un favor, y concluía con un “lo que vi no me gustó”.

Resulta verdaderamente triste que después de ver un trabajo que mantuvo al público entretenido por más de 60 minutos, que está escrito, actuado y dirigido desde la honestidad y el conocimiento de lo que es el teatro, sea disminuido a un simple “no me gustó” porque quien la escribió no tuvo herramientas para dialogar con la belleza de esa puesta.

Por eso, la recomendación que hoy tenemos para toda nuestra comunidad cecehachera es que si alguien que escribe crítica teatral se expresa en términos de “me gustó” o “no”, olvidemos lo que leímos y nos lancemos al teatro a ver lo que se nos antoje porque en esa opinión no se puede confiar.

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